Mario Caballero / Columna

Carroña política  / Letras Desnudas

Mario Caballero

Carroña política

¿Qué está pasando en Chiapas? O mejor dicho, ¿qué está pasando con los partidos políticos? ¿Qué están haciendo con la democracia? Porque a simple vista parecen animales carroñeros que se disputan el gobierno del estado como si se tratara de un vil pedazo de carne muerta. Se creen los amos y señores del destino de todos nosotros, mientras el pueblo no tiene cabida en las decisiones y debe conformarse con ser un simple espectador.
El enciclopedista francés Jean Le Rond D’Alembert dijo que la guerra es el arte de destruir hombres y que la política es el arte de engañarlos. Sin excepción alguna, los partidos en el estado no tiene el mínimo respeto por los electores. Pactan en lo oscurito, mienten, tergiversan la información, se confrontan entre ellos y politizan hasta lo más absurdo, como sentirse heridos en el orgullo.
En ese panorama, juegan a engañar a sus adversarios y no les importa si la sociedad queda confundida en medio del fuego cruzado. No hay honor en los políticos.
Eso es la partidocracia chiapaneca: un caldero de estiércol en el que los políticos de ayer y hoy no piensan en cómo proponer la buena gobernanza y construir un proyecto que saque a miles de familias de la pobreza, la marginación, el desdoro, sino en la posesión del poder. Siempre se ha pensado que la política es una cochinada, y el juicio no podía ser menos acertado.

Desprestigio
Nuestro sistema de partidos nació en 1988 y está muriendo. Ya nada queda de ese sistema que estructuraba la competencia política a través de tres opciones ideológicamente distinguibles. Eran tres agrupaciones con evidentes ambiciones de gobierno que proponían soluciones relativamente coherentes y realizables.
En el centro estaba el PRI y a sus flancos el PAN y el PRD, el primero de centroderecha y el segundo de centroizquierda. Podíamos reconocerlos por sus emblemas que eran como señalamientos de tránsito que ayudaban a orientarnos. Funcionaban como brújula dentro de nuestra democracia. Es como decir que dentro del caos había cierto orden.
De antemano sabíamos que el PRD criticaría el modelo económico y político impuesto por los priistas, que el PAN mostraría una posición conservadora en materia de reformas constitucionales y economía internacional y que el PRI siempre tendría la misma actitud clientelista y proteccionista ante los sindicatos. De esta manera el elector tenía opciones para elegir el gobierno que quería para su pueblo, ciudad, estado o nación y era completamente suyo el riesgo.
Empero, ya nada queda de ese viejo pero funcional sistema de partidos. Las tres grandes opciones ya dejaron de ser ese mapamundi con el que muchas veces nos apoyamos para encauzar tanto nuestras frustraciones e inconformidades como nuestros anhelos. Si por un lado el surgimiento de nuevos partidos llegó a enriquecer la democracia, por el otro empeoró las decisiones, la política y la construcción de los gobiernos.
A la par de que ello vino a provocar un daño económico por el recurso público que se le entrega a los partidos para su financiamiento. Ahí tenemos el ejemplo del Partido del Trabajo que nada ha contribuido en el desarrollo del país, pero que de 1997 a 2015 ha recibido un total de 4 mil 221 millones 700 mil 150 pesos con 30 centavos. Por la partidocracia la política se ha reducido a un lucrativo negocio familiar o grupal.
Por la multiplicidad de partidos, encauzar el voto se ha convertido en un problema peliagudo. No por las muchas ofertas, sino por el abaratamiento de éstas y el desprestigio de los institutos políticos. Además, eso llevó a una competencia por el poder aún más salvaje, vulgar, fútil y hueca. De allí la necesidad de las alianzas partidistas, que las que hoy están sobre la mesa no son alternativas congruentes que logren, en un futuro inmediato, un diálogo en el Congreso y con los distintos poderes.
A la sazón, ¿qué es lo que más conviene? Habrá quienes festejen la desaparición del viejo sistema de partidos y bien merecida que se lo tenían, dirán. Aunque también habrá los que desaprueben la diversidad actual que ha devenido en el descrédito y apatía de la sociedad por participar en la política.
Creo entender el desagrado tanto de los unos como de los otros, pero no puedo unirme a la celebración de la muerte del viejo sistema porque lo que llegó a sustituirlo no ofrece una base ideológica estable ni garantiza el pluralismo, que evite la impunidad y facilite la representación de nuestra basta diversidad. Muchos estarán de acuerdo que si algo puede permitir los contrapesos en el poder es precisamente un régimen institucionalizado de partidos, no el surgimiento de éstos a mansalva y tampoco las coaliciones cuyo único propósito en la vida es la obtención del mando y el enriquecimiento.
Muestra de lo anterior es el Partido Chiapas Unido que no representa los intereses de nadie excepto los de la mafia que nos gobernó el sexenio pasado. Fue fundado por el ex gobernador Juan Sabines Guerrero y su primera dirigencia estatal estuvo bajo el control de Isabel Aguilera de Sabines, la esposa del mandatario.
Como dice el dicho, mató dos pájaros de un solo tiro. La creación de ese organismo le permitió seguir hincándole los dientes al presupuesto de los chiapanecos y tener participación activa en la política. Hoy ese partido gobierna en once municipios de forma individual y otros tantos en alianza, asimismo tiene presencia en el Congreso del Estado. Eso mismo le permite a Sabines Guerrero seguir gobernando -¿o lucrando?- en algunos sectores de la entidad y seguir viviendo sin rendirle cuentas a la justicia.

Aquelarre
El problema de nuestra época consiste en que sus hombres no quieren ser útiles, sino importantes, decía el estadista británico Winston Churchill. Por esa necesidad de sentirse poderosos más no útiles al servicio del pueblo, Chiapas está atravesando quizá el más infame proceso electoral de la historia.
La alianza que ganó la gubernatura en 2012 y que tantos gobiernos municipales y diputaciones estatales y federales obtuvo en 2015, desapareció por caprichos de ambas partes. El PRI y el PVEM se metieron en una lucha, en muchos sentidos detestable, por demostrar quién de los dos merecía tener la candidatura al gobierno del estado. En lugar de hacer política, cabildear, tomar acuerdos, ponerse a la altura de la realidad de Chiapas y elegir la propuesta que más aportara al progreso económico y social, fueron soberbios, se encapricharon y enrarecieron el proceso.
Más allá de los resultados que anteriormente pudieron obtener juntos y separados, ¿qué tan acreditado está el PRI en estos momentos? ¿Qué nivel de aceptación tiene el Partido Verde? ¿Quién votaría por ellos o cómo convencer al indeciso? Son preguntas que debieron responderse a sí mismos antes de tomar cualquier postura.
A todo esto se sumaron a dicha alianza los partidos locales que nada más sirven de comparsa y aparecieron en la escena personas non grata, como los operadores de Juan Sabines, el ex gobernador Jorge de la Vega Domínguez (que nada más viene a Chiapas cada vez que hay elecciones), Julio César Ruiz Ferro (otro ex mandatario), el repudiado Aurelio Nuño, Luis Miranda Nava, que tiene más atributos de pandillero que de conciliador político, el dirigente nacional del PVEM que lo único que sabe de Chiapas es lo que ha visto por la televisión, y otros más.
Hace unos días se desbarató esa sociedad. Aquello que tal vez constituía una ventaja política y electoral terminó en el bote de basura. Lo mismo sucedió con la coalición integrada por el PAN, PRD y Movimiento Ciudadano, llamada ‘Por Chiapas al Frente’, que no pudo cohesionarse y menos elegir un candidato. En el colmo de ese aquelarre se formó una nueva alianza entre el PVEM, PAN, PRD, MC, Chiapas Unido y Podemos Mover a Chiapas.
Todo parece indicar que por la ambición de unos cuantos puede suscitarse el peor desastre electoral del estado en los últimos años. Por si fuera poco, los amarres entre éstos partidos se les oculta hasta a los medios de comunicación que en su intento de informar lo que acontece, algunos inintencionadamente desvirtúan los acontecimientos, situación que conduce a la desinformación y el desconcierto.
Es muy lamentable lo que sucede en Chiapas. Con actos así no puede haber democracia. Qué quieren pues los partidos, ¿gobernar o adueñarse del poder? Esto último significa: tener el control del dinero.
¡Qué viva la ambición de los partidos! ¡Qué muera Chiapas! ¡Chao!

@_MarioCaballero