Mario Caballero / Columna

Letras Desnudas / Mario Caballero 

*** Después de Bartlett, ¿qué sigue?

Cada vez que alguien da todas las facilidades para que sea criticado o burlado, los mexicanos decimos que “se puso de pechito”. Eso ha venido sucediendo con Andrés Manuel López Obrador que ha sido duramente reprochado por sus recientes y bastante lamentables decisiones de gobierno. Se puso de pechito.
Primero fue el anuncio del despido de casi doscientos mil burócratas y la mudanza de varias secretarías de Estado que a partir del 1 de diciembre estarán en provincia. Luego fue la multa que recibió su partido Morena de parte del INE por la utilización ilegal de recursos públicos para ayuda humanitaria. De esto hay muchas preguntas que faltan por responder y una multitud de dudas sobre el verdadero destino de los dineros.
Y, actualmente, es la designación de Manuel Bartlett como director de la Comisión Federal de Electricidad (C.F.E.). Que para este otro caso también hay muchas razones para estar en desacuerdo con el futuro presidente. Pero ¿por qué Bartlett?
Se entiende que por ser quien gobernará los destinos del país durante los próximos seis años puede poner y quitar de los cargos públicos a quien le dé la gana, pero debería entender que dicho nombramiento va en contra de todo lo que ha criticado y de lo que ha prometido los últimos catorce años.
Si no me equivoco, los millones de mexicanos que votaron por AMLO lo hicieron pensando en dos cosas tanto indiscutibles como indispensables en un gobierno de oposición: no fallarle a la confianza que recibió de los electores y la propuesta de marcar distancia con el PRI. Y para cumplir en ambas es necesario estudiar al equipo con el que gobernará.
En cuanto al sector energético no hay dudas de que debe ser dirigido por políticos expertos y de prestigio. Darle la titularidad de la Secretaría de Energía a Rocío Nahle parece que fue un acierto de Andrés Manuel, no así la de Octavio Romero Oropeza que va como director de Petróleos Mexicanos.
Nahle, por ejemplo, es ingeniero químico con una especialidad en petroquímica. Tiene un diplomado en Ingeniería Química por la UNAM y otro en Vialidad Económica en Procesos Industriales por la Universidad Veracruzana. Cuenta además con una larga carrera laboral en diferentes áreas administrativas de PEMEX y ha sido asesora de la Comisión de Energía en la Cámara de Diputados y ha participado en varios foros de la reforma energética. Muy importante es que nunca estuvo vinculada con el PRI. Hoy es diputada federal por Morena y antes fue candidata para el mismo puesto por el PRD.
Romero Oropeza no goza de la misma gracia. Para empezar no tiene el perfil indicado puesto que es ingeniero agrónomo, y su nivel de vida como su exuberante riqueza no concuerda con la propuesta de austeridad republicana. Aunque nunca ha militado en el PRI, siempre se ha comportado como uno de ellos. Cuando fungió como Oficial Mayor en la Jefatura de Gobierno del Distrito Federal, con López Obrador, legisladores panistas lo acusaron en 2002 de haber ingresado a 37 familiares directos e indirectos en la nómina de la dependencia a su cargo. Y el año pasado, el presidente de la Comisión de Vigilancia de la Auditoría Superior de la Asamblea Legislativa, Iván Texta Solís, denunció que hay documentos que prueban el enriquecimiento ilícito de Oropeza y de su esposa, la diputada local María Eugenia Lozano.
Sin embargo, el caso de Oropeza no generó tanta polémica e inconformidad como el de Manuel Bartlett Díaz, un genuino espécimen de la era jurásica del PRI.
No hay peor crítica que la que se recibe en la propia casa. Quizá la censura más dura fue la que vino desde dentro del equipo de López Obrador, la de Tatiana Clouthier, quien hace poco fue coordinadora de campaña de AMLO e hizo un extraordinario papel en los medios. Dijo: “Creo que había mejores opciones (que Bartlett), pero que una persona no sea bien recibida no quiere decir que ya se acabó el país”.
Coincido con ella en cuanto a que la elección de Bartlett no significa el acabose de México, pero ¿qué garantía de honestidad, profesionalismo, lealtad, ética, transparencia y de productividad puede ofrecer el ex priista al virtual mandatario si su única área de experiencia es el fraude? ¿Puede acaso haber alguna confianza en Bartlett que mientras esté recibiendo dividendos actúa de acuerdo a los intereses de grupo, pero cambia de parecer tan pronto ve un mejor hueso?
Un tuit de quien colaboraba con el escritor Carlos Monsiváis en la inolvidable columna Por mi madre, bohemios, Jenaro Villamil, hizo un intento ridículo por justificar el nombramiento del ex priista: “Por qué Manuel Bartlett es buena designación para CFE? He aquí tres consideraciones: a) Desde hace tres lustros ha defendido la soberanía eléctrica y energética; b) Litigó ante la Suprema Corte (de Justicia de la Nación) contra la privatización eléctrica; c) Conoce el sector”. Monsi debe estar retorciéndose en su tumba.
Pero la verdad es esta: Manuel Bartlett tiene 89 años de edad y 55 fue priista. Inició su carrera política en 1962 y bajo las siglas del PRI fue secretario general del partido, secretario de Gobernación con el presidente Miguel de la Madrid, secretario de Educación Pública y Gobernador de Puebla, esto sin mencionar los diversos cargos legislativos, administrativos y partidistas que ha desempeñado.
Actualmente es senador de la República por el PT, organismo político en el que milita desde 2012. Y sólo cuando dejó al priismo por falta de hueso es que comenzó a criticarlo. Estando como titular de la Secretaría de Gobernación fue señalado por su probable participación en el asesinato del periodista Manuel Buendía, quien antes de publicar un artículo sobre las conexiones de políticos con el narcotráfico recibió cinco disparos por la espalda. En dos columnas anteriores, Buendía había retomado la denuncia de obispos católicos que revelaban la penetración de los cárteles de la droga en las estructuras del poder en México.
Desde el mismo puesto, en 1988, durante el gobierno de Miguel de la Madrid, Bartlett hizo todo lo posible para impedir el nacimiento de la democracia en México. Pues fue el autor de la famosa “caída del sistema” que le robó la Presidencia a Cuauhtémoc Cárdenas. Ya antes había cometido fraude electoral, en 1986, en el estado de Chihuahua.
Horas antes de la redacción de estas líneas, fue entrevistado por el periódico El Financiero y confirmó lo que ya había dicho para otros medios, que la frase “se cayó el sistema” era autoría del panista Diego Fernández de Cevallos y que él nada tuvo que ver en la imposición de Carlos Salinas en la Presidencia. Pero, ¿por qué hasta ahora hace ese tipo de declaraciones?
Aparte dijo que él siempre fue enemigo de Salinas, y ¿cómo creerle después de tantos años? Peor aún si con ese ex presidente ocupó la Secretaría de Educación y desde ahí saltó al Gobierno de Puebla, donde hizo pedazos la gobernabilidad y la economía del estado. Así que, o esas tardías declaraciones son auténticas joyas de cinismo o el más claro síntoma de desmemoria senil de quien ostentará la dirección de C.F.E.

NO SE VE POR NINGUNA PARTE
Lo que puede percibirse es que AMLO no se preparó para gobernar, sólo para ser oposición. Porque desde cualquier ángulo que lo veamos estamos en presencia de un nuevo experimento de gobierno. Porque ¿de qué sirve que el futuro presidente reduzca los salarios, diga que combatirá la corrupción y la impunidad de los políticos y haga un llamado a la honestidad, si de quienes se rodea son en su mayoría pillos de siete suelas?
¿O bastará con que el presidente sea honesto para que todos, de repente, también sean honestos?
No hay por qué discutirlo: López Obrador se equivocó, pero aún está a tiempo de corregir el error si es que no quiere perder la confianza de quienes lo llevaron a la Presidencia.
Quiero insistir en que AMLO ganó con toda la legitimidad posible y que tiene frente a él la oportunidad histórica de cerrarle la puerta de su gobierno a cada uno de los que representan ese régimen autoritario y corrupto del que él mismo se enorgullece de haber sacado de Los Pinos. Pero con la contratación de personajes como Manuel Bartlett, que es recordado como un priista insaciable y antidemocrático, la llegada de la dichosa ‘Cuarta Transformación de México’ no se ve por ninguna parte.
Falta ver si hará caso al reproche de sus electores o si seguirá poniéndose de pechito construyendo un gobierno que terminará siendo una nueva fuente de ineficiencia y corrupción. ¡Chao!

@_MarioCaballero