Mario Caballero / Columna

Letras Desnudas / Mario Caballero 

*** La guerra que viene


LA GUERRA QUE VIENE
El caos en torno al proceso electoral en Chiapas no es cuestión de partidos políticos, sino de poderes. No es nada nuevo que desde el centro del país se designen a los próximos gobernadores de los estados, como tampoco lo es que el gobernador saliente intente imponer a su sustituto y sea quien maneje las elecciones de acuerdo a sus propios intereses. Aunque hay que recalcar que esto casi siempre ha existido mediante un pacto entre ambos mandatarios, que eligen al político y al partido o coalición que lo respaldará, y esta vez no hubo tal pacto.
En este choque está por un lado el gobernador Manuel Velasco Coello que defiende el potencial político y electoral del Partido Verde Ecologista de México que él mismo se encargó de construir a lo largo de muchos años. Por el otro, está el círculo de poder más cercano al presidente Enrique Peña Nieto, conocido como los “itamitas”, que ninguneó las bases del PVEM, violentó los derechos políticos de los verdecologistas y menospreció la democracia en el estado.

LA TRAMA
Esta rivalidad tiene sus orígenes con la entrada de la Reforma Educativa que en Chiapas ha sido motivo de paros magisteriales, vandalismo, saqueos, bloqueos carreteros, violación de los derechos humanos y transgresión al Estado de Derecho por parte de los maestros de la CNTE. Y esta situación empeoró cuando Aurelio Nuño Mayer tomó el control de la Secretaría de Educación Pública (SEP).
Aurelio Nuño fue uno de los consentidos del gabinete del presidente Peña Nieto. Su ascenso en el poder fue rápido y sin mucho revuelo, pero no por méritos propios pues detrás de su carrera política está el mismísimo Carlos Salinas de Gortari a quien conoció en 2002, cuando siendo presidente de la Sociedad de Alumnos de Ciencia Política de la Universidad Iberoamericana invitó a Salinas a dar una conferencia ante un grupo de profesores y alumnos. Fue esa “tertulia política”, como la nombró Nuño, la que representó la reaparición del expresidente tras un prolongado autoexilio.
De tal manera, no fue fortuita la incorporación de Nuño a la SEP tras ser el poderoso jefe de la Oficina de la Presidencia. Desde esa posición hizo muchos y grandes intentos para someter a sus caprichos a Manuel Velasco bajo el pretexto de la aplicación de la reforma educativa en el estado.
El gobernador Velasco fue tolerante ante el movimiento de la CNTE, no lo reprimió y por el contrario muchas intervino para pedir una mesa de diálogo con el secretario Aurelio Nuño, pero éste fue indiferente no sólo a la inestabilidad social que causaba la revuelta magisterial en Chiapas, pues también al daño que esto hacía a la educación de millones de niños y jóvenes chiapanecos que a lo largo de este sexenio han perdido muchos meses sin clases.
A la petición del gobernador se sumaron organismos sociales, partidos políticos, empresarios, cámaras de comercio, la sociedad civil, líderes políticos y hasta el Congreso del Estado. Los motivos por los que lo hicieron eran justos: era insoportable la violencia de la CNTE, como indignante la indiferencia de las autoridades educativas federales. Esa presión política evidenció la incapacidad y la soberbia de Aurelio Nuño, que no pudo ocultar sus sentimientos de venganza contra Manuel Velasco. Fue así que buscó el momento, y lo encontró cuando se repartieron las candidaturas.
Antes de eso, durante los meses de junio y julio de 2017, el Partido Verde en Chiapas venía pidiendo respeto para la militancia a la dirigencia nacional. Lo hizo varias veces mediante cartas y comunicados. Ese respeto consistía en no aceptar imposiciones de otros institutos políticos, especialmente el PRI, partido con el cual el PVEM ha sido aliado tanto en contiendas presidenciales como estatales.
Los razonamientos eran todos válidos. Para empezar nadie puede negar que el Verde Ecologista es el partido predominante en Chiapas, donde además de poseer el gobierno en 59 municipios y ganar el 45 por ciento de la votación federal en 2015, es el único estado que gobierna con un militante del PVEM. Con esos números, aceptar una imposición sería un insulto, una agresión al trabajo de las bases, sobre todo cuando las alianzas con el PRI sólo han servido para el beneficio de este instituto político.
Empero, a Aurelio Nuño le valió la superioridad electoral que el Verde tiene en el estado. Se aprovechó de la relación con el presidente Peña para someter a la dirigencia nacional del Verde y en complicidad con el exdirigente del PRI, Enrique Ochoa, impusieron a su candidato al gobierno de Chiapas e hicieron a un lado a Manuel Velasco. En vano fueron los intentos de negociación y el Movimiento por la Dignidad que atrajo la simpatía de miles de personas en torno al partido.
En el trayecto, los abusos de Nuño fracturaron al PRI estatal y provocaron que priistas importantes renunciaran, como José Antonio Aguilar Bodegas que, tras más de 40 años de filiación, se separó del partido alegando violación a los estatutos partidistas, antidemocracia y excesos cupulares.
Nuño había cumplido su venganza. Hasta ese momento creía tener a Velasco Coello atado de pies y manos. Siendo obligado por la Presidencia a cumplir sus caprichos y aceptar una alianza con candidato del PRI. Pero no calculó que el costo político que trajo su animadversión hacía el gobernador era demasiado alto.

¿HEROÍSMO O SUICIDIO POLÍTICO?
“Mira si será malo el trabajo, que deben pagarte para que lo hagas”, dice una canción de Facundo Cabral. La destrucción de la alianza Todos por Chiapas (PRI-PVEM-PANAL-Chiapas Unido-Mover a Chiapas) es quizá el pago al despotismo e iniquidad de Aurelio Nuño. Se volvió una inmensa bola de nieve que nadie pudo parar ni evitar. Y eso no sólo puede acarrear problemas para el proyecto hacia la gubernatura de Chiapas, sino además para el “candidato ciudadano” José Antonio Meade que se quedará sin los votos que le pudo aportar el PVEM para competir contra López Obrador.
A todo esto no podemos disminuir esta compleja trama de abusos y complicidades como una simple ruptura entre partidos políticos, porque el desenlace puede ser uno muy distinto al que todos imaginamos. Debe entenderse como la oposición de Manuel Velasco, como gobernador de Chiapas, en contra del atropello del Presidente de la República, que más allá de imponerse a la militancia del Verde ha estado manipulando las instituciones federales para hacer ganar a sus candidatos en una evidente elección de Estado.
No sé si llamar heroísmo el riesgo que está asumiendo el gobernador Velasco por dignificar al PVEM y hacer que los chiapanecos sean quienes decidan a quién quieren como gobernador para los siguientes seis años y no termine siendo por determinación del centralismo. O bien, calificar de suicidio político el que haya desafiado a Enrique Peña Nieto, porque desobedecer la orden de un presidente no es cosa que deba tomarse a la ligera. El poder es el poder, dice un dicho. Enfrentarlo es un acto de valentía que no cualquiera se atrevería hacerlo.
La guerra que viene no será nada más entre los candidatos del PRI y el PVEM, sino entre los poderes que los respaldan. La elección más importante de la historia moderna de Chiapas parece que será la más brutal de la historia. ¿Qué tanto podrá hacer Manuel Velasco frente el poder de Peña Nieto?
Dada la enorme diferencia de fuerzas lo que se vislumbra es una estrategia política que le dé la victoria al gobernador. Una salida con la que hasta ahora no ha podido ni Peña, ni el PRI, ni su candidato presidencial: MORENA.
Vaya, esto es mera especulación. Lo que sí es cierto es que Manuel Velasco no sólo se desató las ataduras, recuperó el poder y el control.