Mario Caballero / Columna

Letras Desnudas  / Mario Caballero

REFINERÍA DE DOS BOCAS: ¿OTRO BASURERO DE AMLO?

En torno al proyecto de la nueva refinería de Dos Bocas, Tabasco, hay muchas líneas de discusión, pero en esta entrega nos abocaremos a sólo dos de ellas: la prisa del gobierno de López Obrador y PEMEX.
Pongamos todo en su contexto. En la campaña electoral de 2018, Andrés Manuel López Obrador tomó como bandera para su proyecto político el combate a los famosos gasolinazos que fueron imparables durante el último tramo de la administración de Peña Nieto. Prometió que de ganar la presidencia éstos se acabarían. Y para resolver el problema ofreció la construcción de una nueva refinería y la puesta en marcha de las ya existentes. Al igual que el Tren Maya, la refinería en Dos Bocas es la obra con la que pretende pasar a la historia.
No podemos terminar esta idea sin decir que, indudablemente, AMLO ganó millones de votos al prometer que el precio de los combustibles bajaría. Hoy, a cinco meses de su administración, está dispuesto a cumplir lo prometido, aun así, corra el riesgo de empeorar las cosas y dicha refinería termine por ser otro basurero como el NAICM.
Las dudas son: ¿Es viable? ¿Es costeable para el país? ¿Qué seguridad hay de que los miles de millones de dólares invertidos en la construcción no terminarán por construir otro elefante blanco?
Esas preguntas nadie del gobierno federal las puede contestar porque al momento de redactar estás líneas no tienen un proyecto terminado. Se hará porque así lo decidió el presidente y la única señal que tenemos de que sí funcionará es su palabra.

UN GOBIERNO CON PRISA
Mucho se ha dicho que México no está para seguir perdiendo el tiempo. Los rezagos en todos los sectores, la decreciente economía, el incremento de la violencia, el alza de precios en los productos básicos, son motivos suficientes para creerlo.
Por tanto, desde que se supo ganador de la elección, López Obrador comenzó a gobernar. No tenía el poder, pero ya estaba realizando sus primeras acciones de gobierno. Ni siquiera le habían traspasado la banda presidencial y ya había declarado cancelado el aeropuerto de Texcoco. Eran indicios de que tenía demasiada prisa.
Dicen que Napoleón le decía a su valet cuando lo vestía: “Despacio que voy de prisa”. Y parece que la prisa está empezando a ahogar al nuevo gobierno, junto con la certeza de que su proyecto no se equivoca.
Cuando todavía era candidato, López Obrador se imaginaba como el absoluto ganador de la Presidencia, pero no que la confianza de los electores le darían también la mayoría en el Congreso. Por eso decía que gobernaría sin cambiar las leyes. Pero cuando vio caer en sus manos el control de las Cámaras pasó de la resignación a la ambición de legislarlo todo, reformarlo todo, reescribirlo y hacer desaparecer todo lo que su antecesor había reformado.
La prisa es mala consejera, dice el dicho, pero parece que todos los días le dice al tabasqueño que, si no aprovecha las ventajas que hoy tiene para cambiarlo todo, habrá perdido la única oportunidad de cambiar todo lo que quiere.
Y en ese plan está el nuevo régimen: cambiando todo lo que puede. Y hasta podríamos pensar que el presidente les dice todos los días a sus colaboradores: “Si queremos que todo esto cambie para siempre, tenemos que hacerlo rápido, mientras podemos”.
De ahí viene que la construcción del aeropuerto de Santa Lucía y la refinería de Dos Bocas se hayan anunciado como la panacea, pero no tienen fundamentos válidos, ni estudios de factibilidad, ni una estimación de los costos reales. Sólo cuentan con la “infalible” bendición del presidente.
En la conferencia mañanera del jueves pasado, Andrés M. López declaró desierto el concurso para la construcción de la refinería, pero que el proyecto no se suspende. Ahí anunció que la obra estará a cargo de PEMEX bajo la supervisión de la Secretaría de Energía, que los trabajos inician el 2 de junio, que se terminará en mayo de 2022 y dentro del presupuesto establecido de 8 mil millones de dólares.
Tras el anuncio es imposible no ver la demasiada prisa.

¿PEMEX?
La decisión de declarar desierta la licitación fue porque las cuatro empresas a las que se les giró la invitación no cumplieron con los requisitos de tiempo y costo fijadas por el presidente. En primer lugar, el consorcio francés Technip, declinó tras analizar las bases y al ver que con las condiciones de plazo y precio era imposible cumplir.
Las otras tres participantes, Bechtel, de Estados Unidos, junto con la italiana Techint; la australiana Worley-Parson con la estadunidense Jacobs, y KBR, también de la Unión Americana, presentaron sus propuestas por encima del tope de costos y del plazo. No le gustó al presidente y optó por el Plan B: Pemex-Sener.
Al darse eso a conocer, la agencia de calificación crediticia Moody´s señaló que esa decisión elevaría el riesgo y sobregiros de costos que pudieran sumar más presión a las finanzas de Pemex o del gobierno.
El experto Peter Speer, analista líder de Pemex, dijo que “el hecho de que avance el proyecto bajo la supervisión de Pemex y la Sener suma una tarea más al equipo directivo de la petrolera, que ya está luchando por frenar la caída de la producción de crudo y mejorar las refinerías existentes”.
Por su parte, la consultora Eurasia Group publicó un análisis que dice: “La licitación fallida muestra los problemas con una planificación y expectativas poco realistas, y ahora que Pemex está a cargo de su desarrollo es probable que los costos aumenten”. Igual que Moody’s, también advierte que esa decisión pesará mucho en las finanzas de la paraestatal y en las del propio gobierno federal.
Otro experto, Sebastián Miralles, miembro de la CFA Society México, dijo: “La falta de una empresa experimentada puede llevar a que se incumplan los tiempos y se generen sobrecostos. Esto puede desencadenar incertidumbre sobre la calificación de Pemex”. Adrián Calcaneo, experto del sector, coincidió: “La línea entre lo que es Pemex y es gobierno cada vez es más difusa. Sobre la calificación país, lo que le afecta a uno va a tener consecuencia en el otro”.
En medio de ese desierto, el presidente ve a Pemex como un oasis. Pero es obvio que no lo es. Sobre todo, considerando que es la petrolera más endeudada del mundo, con más de 104 mil millones de dólares.
De tal manera, es inevitable pensar que ponerlo al frente de la obra le provocará un nivel de estrés de flujo de efectivo, es decir, más carga para costear los proyectos que actualmente dirige, para solventar sus actividades normales y, por supuesto, más deuda.
No podemos dejar de señalar que las cosas pueden salir muy mal. El sector privado debe ser quien realice los proyectos productivos por tener la experiencia, preparación, tecnificación y profesionalismo que el gobierno no tiene. Históricamente, las obras que ha realizado el Estado han fracasado, por ejemplo, los ferrocarriles, las telecomunicaciones y hasta la industria del cine.
Y, finalmente, regresar a los temas de que el gobierno haga todos los proyectos, como Santa Lucia, el Ejército; el sargazo, la Marina, y ahora la refinería, Pemex, va en un profundo contrasentido a las iniciativas de austeridad.
Además, es un capricho. Primero porque el Instituto Mexicano del Petróleo estimó en un inicio que costaría 14 mil 740 millones de dólares y se terminaría en cinco años. Segundo, porque el Instituto Mexicano para la Competitividad determinó que su viabilidad era sólo de 2%. Aún con esos datos, la obra se va a echar a andar.

UN PASO ATRÁS
Demasiadas prisas para demasiados cambios. López Obrador que es un hombre de frases, bien le convendría retomar aquella que dice “el que no oye consejos no llega a viejo”. Hacer caso a los que saben más que uno es de sabios. Las propuestas de las tres empresas de más tiempo y más presupuesto, es un mensaje de que Dos Bocas no se puede construir en las condiciones establecidas.
El presidente debería dar un paso atrás en sus decisiones. Detener las obras más importantes de su gobierno para pensarlo un poquito y tener bien estructurados los proyectos, no se lo tomaría como incumplimiento a sus promesas ni como cobardía. Por el contrario, se le agradecería por recular a tiempo y evitar daños quizá irreparables. Porque lo de la refinería va que vuela a ser el segundo basurero de su gobierno, con un costo tal vez superior a los 8 mil millones de dólares presupuestados, que no lo pagaría él sino nosotros, que ya no estamos para seguir soportando más equivocaciones. ¡Chao!

@_MarioCaballero