Mario Caballero / Columna

Letras Desnudas / Mario Caballero 

*** CAMBIO DE PIEL

El SNTE ha sufrido un vertiginoso cambio de piel. En sólo unos meses, en aras de la reconstrucción institucional, quemó sus referentes tradicionales, diluyó sus paradigmas, borró sus viejas identidades políticas y encumbró a un nuevo sindicato magisterial que opera de adentro hacia afuera, con un halo democrático nunca antes visto, es propositivo, plural y cambió de forma y de fondo luego de siete décadas de no producir lo que se esperaba de él: una era radical en la representación de los maestros y responsable con la educación. 

Fundado en 1943, el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación, el más grande en Latinoamérica por el número de sus agremiados, fue algunas veces un grupo de choque contra el gobierno y otras un apéndice del poder. Cada liderazgo le daba al gremio una utilización finamente adecuada a sus intereses personales. Por eso lo vimos chantajeando, golpeando o arrodillado ante los mandatarios. Cuarenta años estuvo adherido al PRI, nutriéndolo de votos. O bien, sirviéndole de parapeto a los dos presidentes panistas.

En lo amplio de su historia, y hasta noviembre de 2018, ha tenido trece dirigentes. Los últimos tres fueron cortos en resultados y largos en las consecuencias de sus errores.

Carlos Jonguitud Barrios llegó a la dirigencia a través de la coerción política y mantuvo el control del sindicato por medio de alianzas con los distintos grupos de choque dentro del SNTE. Con ello corrompió el espíritu del sindicalismo y formó una fortuna incuantificable. El gobierno sindical de Elba Esther Gordillo no fue muy diferente. Con la complicidad de cuatro presidentes de la República expandió la violencia y multiplicó la corrupción. El de Juan Díaz de la Torre fue servil, entreguista y atenuó con dinero la poca oposición de las alas radicales.

Durante esos tres liderazgos los maestros fueron los que más perdieron y, obviamente, la educación de los mexicanos. En vez de aprovechar constructivamente sus ventajas para promover los derechos laborales del magisterio y contribuir en el desarrollo del sector educativo, se aprovecharon de ellas hasta perder la confianza de los agremiados y el acompañamiento social. Echaron por la borda su mayor capital que era el poder institucional, para ponerse de lado de quienes mandaban en el país.

Así, el SNTE ayudó con votos en la victoria de Ernesto Zedillo durante la peor crisis gubernamental del país provocada por el mismo PRI, hizo posible la presidencia de Vicente Fox, quien respaldó con dinero del erario público los proyectos no del sindicato, sino de los líderes del mismo. De igual forma su partido satélite, Nueva Alianza, se coligó en 2006 con el PAN para que Felipe Calderón diera continuidad al gobierno panista. Y éste en pago continuó amamantando con prebendas políticas y recursos a la cúpula gremial, volteando a ver para otro lado cada vez que salía a la luz un nuevo escándalo de corrupción.

Por esa actitud clientelar los dirigentes se apropiaron de la rectoría de la educación. Tuvieron puestos claves en la SEP, controlaron el presupuesto del sector educativo, decidían los planes de estudio e impedían las reformas constitucionales que limitaban sus privilegios e hicieron de la asignación de plazas una lucrativa empresa que los enriqueció por largos años.

Ese periodo que nos llevó alrededor de 44 años cerró con un saldo de malestar económico, violencia al alza y corrupción.

Entre los maestros ese saldo es de irritación general. Pues se pasaron poco más de cuatro décadas marchando en las calles, enfrentados con el gobierno, en plantones, reprimidos por la fuerza pública, enviados a prisión injustificadamente, golpeados por policías, perdiendo su imagen como agentes de cambio al ser considerados desestabilizadores sociales. También fueron obligados a atentar contra los derechos de la sociedad y hasta a vender boletos para la rifa de camionetas de lujo que terminaron repartidas entre el grupo más cercano de la ex lideresa.

Con una representación sindical rastrera y oportunista, los profesores quedaron al margen de las grandes decisiones y reducidos a condición de explotados.

En fin, el SNTE estaba convertido en una agrupación retrógrada. En un contexto donde el presidente de la República daba las órdenes, los líderes obedecían y los maestros callaban.

CAMBIO DE PIEL

El cambio de piel en muchas especies es un factor determinante para un buen crecimiento y una buena salud. No es un proceso aleatorio, sino necesario y planeado.

Si hablamos de que el SNTE ha cambiado de piel no es sólo por la actitud que ha asumido frente a los muchos cambios que se han venido produciendo a raíz de la nueva alternancia democrática en el país, sino por su actual posicionamiento ideológico, pues presenta una revalorización de la democracia, de las libertades constitucionales, de la importancia del sindicalismo, de la protección y promoción de los derechos laborales y gremiales, del valor del maestro en toda sociedad y del trabajo a favor de la educación.

En esa metamorfosis el SNTE no confronta al gobierno, pero tampoco se subordina. Ciertamente apoyó la reforma educativa del presidente Andrés Manuel López Obrador, aunque no con votos, sino con ideas y propuestas. Acompaña al gobierno federal en sus planes de mejorar la calidad educativa, pero con agenda propia, con autonomía, con dignidad. Dando el mensaje de ser un aliado en el proceso de transformación, sin volver a ser palafrenero.

Después de varias décadas el SNTE les dio voz y voto a los maestros. Hoy existe un régimen democrático en toda la organización magisterial. Y fruto de ello han sido los foros de consulta con los que logró conformar el Pliego Nacional de Demandas, documento que recogió las inquietudes, las necesidades, los planteamientos y las sugerencias de gran parte del gremio, y fue presentado al Ejecutivo y a los legisladores.

Lo más valioso de ello es que la reforma educativa recién aprobada recogió un 80% de lo ahí presentado.

Casi inmediatamente después de decretarse la reforma educativa del gobierno actual, el sindicato lanzó una de las convocatorias más ambiciosas que se haya visto. Está invitando a todos los educadores, a dirigentes sindicales, autoridades educativas, legisladores, presidentes municipales, académicos de todas las áreas del conocimiento, padres de familia y alumnos a aportar propuestas e ideas que serán llevadas al Congreso de la Unión con el objetivo de ayudar en la elaboración de la Ley del Sistema para la Mejora Continua de la Educación, la Ley General del Sistema para la Carrera de las Maestras y los Maestros, y la Ley General de Educación. Para eso ha organizado el Foro Regional “Leyes Secundarias en Materia Educativa”, que se realizará el 20 de este mes.

¿Vale la pena todo ese esfuerzo? Sí. Principalmente, si tomamos en cuenta que para la nueva reforma los legisladores decidieron incluir en ella la obligatoriedad de la educación inicial, la gratuidad de la enseñanza superior, la defensa del normalismo, el fortalecimiento de las escuelas normales, eliminar el vínculo entre evaluación y permanencia y que las evaluaciones sean diagnósticas, formativas e integrales, que son propuestas de todos los maestros del SNTE.

En esa transmutación hay que notar que el sindicato no está luchando por recuperar la rectoría de la educación. Muchas veces a través de su líder, Alfonso Cepeda Salas, ha dicho que el control de ésta la pertenece al gobierno.

También es necesario advertir que en sus propuestas no pide tener el control de las plazas, tampoco que le devuelvan los privilegios que antes le rindieron cientos de millones de pesos a través de las comisiones y otras instrumentaciones.

Apela por la legalidad y por la implementación de programas, cursos y otras acciones que fomenten la capacitación docente, el profesionalismo, la unidad gremial, la solución de conflictos, la gestoría y la participación.

Algo más. Está adoptando este cambio de aptitud y actitud cuando en México el tamaño del rezago educativo puede verse nada más en los casi 29 millones de analfabetas y cuando somos el país de la OCDE que ocupa el último lugar en educación media superior, situación que favorece la desigualdad en el mercado laboral, a la pobreza. Es decir, está pensando en la educación, y pensar en la educación es asumir el futuro responsablemente.

El SNTE ha cambiado de piel. Por fin se atrevió a ver lejos. ¡Chao!

yomariocaballero@gmail.com