Mario Caballero / Columna

Letras Desnudas / Mario Caballero

*** La lección del SNTE

La educación es una cosa demasiado seria para dejarla exclusivamente en manos de los políticos y gobernantes: también deben comprometerse en ella los medios de comunicación, los artistas, los intelectuales y hasta los padres, cuyo comportamiento en la vida diaria reviste más importancia formadora de la que suele creerse. Pero en especial los profesores que cumplen una función decisiva en el aprendizaje, porque nadie mejor que ellos entienden la complejidad que compartimos en el terreno educativo. ¿Tiene acaso una sociedad moderna mejor educador que un maestro?

No es exageración, pero de la escuela depende mucho el futuro de México. Y cuando la escuela pierde por caprichos políticos, por maestros marchistas y radicales, hay razones para ser pesimistas. Porque esos tres elementos han contribuido a parir generaciones imbuidos en la ignorancia, por la cual millones de mexicanos han sido condenados a vivir en la miseria. La pobreza también es producto de la mala educación.
Todos los caminos llevan a Roma. Sea cual sea el ángulo desde el que observamos los resultados de nuestra raquítica educación, siempre estará el maestro en el centro. Es el que educa, el que aconseja y disciplina. Es el que con gis en mano despierta la curiosidad, provee de conocimientos, alienta la inteligencia y produce hombres y mujeres de bien. Pero su labor no termina en la escuela, continúa en la calle, en las plazas, con la comunidad. Es paradigma de honor, moral y civilidad. Tiene una estrecha relación con el entorno social y político. Así que, si fracasa, las consecuencias pueden ser decisivas para cualquier nación.
En la última década ha habido un deterioro en la imagen fundamental del maestro. Primero como gentes de respeto y dignidad, tenidos antaño como autoridad del pueblo al lado del sacerdote y el gobernante. Los hemos visto incendiando edificios públicos, saqueando comercios y hasta golpeando policías. Segundo, como agentes de cambio. Desprecian la profesionalización, la capacitación continua, la examinación de sus conocimientos. Prefieren el confort que les brinda el permanecer rezagados, que la presión que exige persistir en la preparación.
Tercero, como agrupación. Hasta hace poco, el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE) fue un gremio magisterial oportunista, gobernado por maestros deshonestos que entregaron la fuerza política y electoral del magisterio a cambio de prebendas y canonjías de toda índole. Lo infame del caso es que mientras la cúpula se beneficiaba, el resto del profesorado seguía igual o peor.
Por años el SNTE se habituó al juego de la beligerancia. Enfrentarse a cada presidente en turno para provocar la sutil negociación. De este modo se hicieron de privilegios, cargos en el gobierno, escaños en los Congresos y, sobre todo, de la rectoría de la educación. Es decir, la educación de los mexicanos quedó en medio de intereses particulares.
Las concesiones dieron paso a la cesión de las atribuciones esenciales del Estado. El órgano sindical entregaba puestos y ascensos, repartía beneficios y aplicaba las sanciones. Los méritos profesionales de los docentes era lo de menos. Lo importante era la contribución de éstos a la perpetua movilización sindical. Y llegamos a tal extremo de que el gobierno era incapaz de ejercer sus responsabilidades en las escuelas donde mandaba el sindicato.
El Estado pensó ganar la paz a base de cesiones, pero se sometió a una extorsión insaciable. Más allá de la negociación de salarios y prestaciones, el Estado fue entregando responsabilidades: inspecciones, vigilancia, promoción, etcétera. Una cosa es acordar un aumento salarial. Algo muy distinto es pactar la entrega de las atribuciones intransferibles del gobierno.

Esa deleznable relación entre el Estado y el SNTE hizo de México un país de reprobados. Cabe señalar que los estragos persisten hasta nuestros días. Indicadores como la prueba Planea o la prueba PISA 2015 revelan que en México el 48 por ciento de los alumnos evaluados registra conocimientos insuficientes en el área de ciencias, 42 por ciento en lectura y 57% en matemáticas.
Es aquí precisamente donde se demuestra lo importante que resulta el trabajo del maestro en la sociedad, tanto como persona y profesional, como agrupación.

TRANSFORMACIÓN INSTITUCIONAL
Por tal motivo, es interesante observar lo que ahora vive el SNTE como institución. Se trata de un cambio de visión y de actitud. La nueva dirigencia está corrigiendo los errores del pasado. Y lo hace observando los preceptos de la ley, abrazando la democracia, no utilizando al maestro sino respetándolo, y forjando una relación diferente con el Estado: no siendo entreguista como antes, ni contendiente, sino de acompañamiento y proposición.
No hay convenios soterrados ni cochupos. No hay motivo para creer que tras el actual activismo sindical hay intereses particulares, especialmente porque esta vez la dirigencia ha tomado en cuenta a toda la agrupación para hacer propuestas que contribuyan en el mejoramiento de la escuela, la educación y el maestro. No sacó a los docentes a las calles, no los hizo tomar carreteras ni cometer actos de vandalismo, sino los invitó a entregar sus ideas, proyectos y propuestas que sirvieran de cimiento a las nuevas leyes educativas.
En lugar del radicalismo, el SNTE optó por el consenso y la legalidad.
Los pasados meses han sido de extrema convulsión por diversas razones, entre éstas la reforma de la reforma educativa que ha traído consigo jaloneos en las cámaras legislativas, pleitos, destrozos, violencia, atentados al orden público y movimientos subversivos que no proponen, sino imponen, como el de la CNTE.
En medio de esa agitación política, el SNTE mostró una cara que no le conocíamos. Pues jamás en su historia había demostrado tanto interés por la educación y la defensa de los derechos de los educadores como lo ha hecho ahora de forma sorprendente.
En días recientes, el presidente de la Comisión Ejecutiva de la Sección 40 del SNTE, Ángel Paulino Canul Pacab, dio a conocer que cerca de 40 conceptos fueron incorporados en la aprobación de las leyes secundarias de educación, próximas a ser publicadas en el Diario Oficial de la Federación.
Dichos conceptos que normarán el sector educativo son las propuestas hechas por los maestros agremiados al sindicato nacional, recabadas en los distintos foros de consulta organizados por la propia agrupación. Entre éstas destacan la revalorización de los docentes, el respeto a los derechos adquiridos, la basificación de las plazas a los seis meses con un día y el derecho a la profesionalización.
Esto último así lo explicó el líder sindical: “Algo con lo que no estamos peleados los profesores es con el acompañamiento pedagógico. Siempre hemos estado dispuestos a prepararnos, actualizarnos, y hoy la ley lo contempla”. Y esto habla de responsabilidad y congruencia del propio sindicato con la realidad del magisterio, no de congraciarse con el poder.

LA LECCIÓN
No pretendo pontificar al SNTE, sino tan sólo remarcar lo mucho que ha luchado por reformarse y proponer soluciones en aras del futuro de la educación y los niños de México.
Eso, sin duda, es una gran lección para todos. Porque nos demuestra que un nuevo sindicalismo es posible, uno alejado del revanchismo, del discurso amenazador y cuyo activismo no busca privilegios. ¡Chao!

yomariocaballero@gmail.com