Mario Caballero / Columna

Letras Desnudas / Mario Caballero

*** Deseos para el porvenir

Siempre he creído que quienes llevan a cabo el ritual de las doce uvas, así como el salir a la calle con maletas o ponerse calzones rojos lo hacen sólo por divertimento más que por fe.

No conozco a nadie con una docena de deseos. Tampoco a aquel o aquella capaz de enunciarlos mientras suenan las doce campanadas y que tiempo después ande gritando por todo el mundo que se le cumplieron. He visto, por supuesto, personas que se meten uva tras uva hasta que se les ponen los cachetes como Quico, balbuceando sus aspiraciones y acabando por escupirlas todas.

También me ha tocado ver gente mayor que más que deseos lo que anhelan es no más maldiciones. Prefieren dos o tres certezas durante todo el año y nada más. Ellos, los que rondan los cincuenta, sesenta o más, no se atiborran la boca de uvas. Se dirigen a la mesa de los tragos y se empujan dos o tres whiskies de un jalón y de espaldas a la concurrencia, como buscando alejar las amenazas del porvenir.

Aunque más allá de deseos fallidos, esos que de alguna manera logran moldearnos el carácter y que en algunos casos terminan por convertirse en frustraciones, existe eso que se llama realidad, de la que nadie puede escapar por más briago que se encuentre. Incluso hay quienes se embriagan por hacerle caso a la realidad.

La realidad es parte innegable de nuestra vida diaria. La compone la vida pública, la política, nuestros gobiernos, las autoridades que pretenden regir nuestro estado y nuestro país; no obstante, muchos de ellos hayan demostrado hasta la saciedad ser incapaces de regir su propia vida.

REALIDADES Y DESEOS

Como sea, echando mano de la costumbre, me atreveré en esta ocasión a enunciar mis deseos para 2020, sin dejar de lado la triste realidad que hoy vivimos y que muchos sufren. Y espero, sinceramente, que lo que viene no se parezca en nada al año que está por terminar sino sólo en las cosas buenas. Son éstos:

Número uno: El gobierno de Andrés Manuel López Obrador ha gastado más tiempo en discusiones que en soluciones. Todo el 2019 se la pasó peleándose con sus críticos, insultando a los medios de comunicación que no le aplauden y etiquetando a la oposición de conservadores y enemigos de la patria. Desde luego, si en algo ha sido bueno el mandatario es en eso. Pues desde el hit de “Ricky riquín canallín” ha estado imparable en insultos y apodos. A los que piensan diferente los trata de neofacistas, gente ardida -según él- que deambula en tiempos de canallas.

Mi deseo es que cambie la postura al respecto. Sería formidable que el presidente de la República fuera más tolerante a la crítica. Que, en lugar de insultar, debata; que, en lugar de polarizar, explique. Porque si dice ser un creyente y defensor de la democracia debería entender que ésta no sólo es electoral, sino es el mejor vehículo para garantizar los derechos a la salud, a la educación, a la vida digna. La democracia debe y tiene que ser el ambiente propicio para las libertades, como la libertad de expresión y el libre pensamiento.

Número dos: Nadie puede llamarse a engaño. Durante el primer año de este sexenio, entendido y promovido como la cuarta transformación de la patria, hemos escuchado excusas, pretextos y mentiras con las que la administración obradorista ha tratado de negar los hechos y hasta cierto punto la realidad que vive el país. Ha inventado coartadas para sobrellevar las malas decisiones de gobierno y justificar proyectos de infraestructura que no son más que producto de la ocurrencia.

Deseo que el presidente muestre estatura y madurez política. Haga más caso a los razonamientos que a sus propios caprichos. Porque, a la verdad, nadie en el gobierno ha podido hasta el momento asegurar con buenos argumentos que cancelar la construcción del aeropuerto de Texcoco fue una buena decisión. Todo lo contario, decenas de especialistas insisten que fue una terquedad que arrojó una pérdida para las finanzas públicas de al menos 145 mil millones de dólares. Otros afirman que el pago de los bonos significó un daño incluso mayor que el costo de la obra. Es decir, se pagó por un aeropuerto que no se construyó.

Ojalá rectifique en éste y otros proyectos que tiene planeados, como la refinería de Dos Bocas, el aeropuerto de Santa Lucía y el rescate de Pemex. Creo que para bien del país sería muchísimo mejor que la cuarta transformación pague un costo político y no que los mexicanos paguemos miles de millones de dólares por obras que no servirán. Y ojalá sus asesores y secretarios de Estado asuman su papel con compromiso social y dejen de ser focas que aplauden.

Número tres: Después de las elecciones del 1º de julio de 2018 tenemos una oposición destruida, sin liderazgos, deprimente, borrada del mapa político y desprestigiada. Tomando en cuenta lo que fue durante este 2019, todo apunta que seguirá así durante el siguiente año.

Ante ello deseo, primeramente, que la falta de contrapesos no termine en abusos de parte del poder. Segundo, que cada día más se reduzca la partidocracia. Luego de varias décadas ha quedado confirmado que ésta sólo ha servido para la acumulación de poder y riqueza de ciertos grupos políticos y en detrimento de las finanzas públicas, con la que se financia la operación y permanencia de los partidos. Hemos sido testigos de cómo el PRD, PT, Verde Ecologista y Movimiento Ciudadano, según de izquierda, nunca fueron una oposición real, sino sólo paracaidistas del presupuesto.

Ojalá que el PAN vuelva a sus orígenes, ya que hasta antes de llegar al poder fue el único partido que logró ser una oposición combativa y firme, de ideas y propuestas, aunque como gobierno fue un fracaso monumental. Hoy es sólo un guiñapo, igual que el PRI, que tiene frente a sí la oportunidad de iniciar una reconstrucción profunda de la militancia, verdadera, pero desde la oposición, y de volver a acercarse a la gente a la que abandonó por perseguir anhelos individualistas y de grupo.

Si algo nos deja este 2019 es conocer que la oposición no sólo está en los partidos, sino en los medios, en las redes sociales, en los organismos autónomos, en los llamados No Gubernamentales y en la sociedad civil organizada. Esperemos que no sean criminalizados por las nuevas autoridades, ya que eso no sólo destruiría toda posibilidad de contrapesos, también privaría a la sociedad de su derecho a expresarse.

Número cuatro: La violencia sigue imparable. Este año podría cerrar con 36 mil homicidios dolosos, delito que presenta una gran impunidad pues en sólo uno de cada diez se logra castigar al culpable.

Un dato alarmante es que entre enero y septiembre de este año habían matado a 796 menores; entre enero y diciembre, 263 niñas fueron asesinadas en el país. Lo peor del asunto es que cuando el presidente fue increpado por la Red por los Derechos de la Infancia en México de que habían matado a tres niños cada día durante su administración, él respondió que tenía otros datos.

Deseo que la mortandad se acabe y los índices de inseguridad bajen. Deseo que el presidente tenga la capacidad para lograrlo.

Ojalá piense en una verdadera estrategia, porque es hilarante querer combatir la delincuencia con honestidad y buenos ejemplos o acusar a los criminales con sus mamás. La terrible situación que padece el país no necesita de abrazos ni chanclazos, sino de eficientes políticas de seguridad.

Finalmente, deseo que en 2020 le vaya bien al presidente, porque así le irá bien a México. Mientras tanto, aquí seguiremos para festejar lo que se haga bien y criticar lo que sea criticable.

Nos vemos el 7 de enero. Feliz año. ¡Chao!