Mario Caballero / Columna

Letras Desnudas / Mario Caballero

*** Estupidez destructora

La destrucción que maestros de la Asamblea Estatal Democrática hicieron en el edificio de la Sección 40 del SNTE de ninguna manera merece llamarse protesta política, como lo menciona su líder Armando Falconi. Es, más precisamente, primitivismo. Porque saquear, robar, quemar, romper, son conductas propias de personas limitadas mentalmente que apelan a la violencia lo que no pueden resolver con ideas.

La protesta política es una herramienta de la democracia que busca por medios legales luchar por causas justas, por reestablecer el orden, la equidad, el derecho, y se basa en el debate de razonamientos, en la exigencia de demandas, pero con argumentos fiables, en el respeto a los derechos de los demás, en la tolerancia y la justicia. Y lo que los “profesores” de la AED protagonizaron el martes reciente no fue más que un vil chantaje. Fue la más clara exhibición de salvajismo. Sólo los seres del mundo zoológico resuelven sus problemas a golpes.

Definitivamente, se equivocan al creer que están practicando valores de avanzada.

¿QUÉ ES LA AED?

La Asamblea Estatal Democrática, nacida facciosa o sectariamente, es un grupúsculo sin ideología, oportunista, sin programa ni propuesta. Es lo más parecido a una veleta que apunta según la empujen los vientos de ocasión. Antes salió a las calles protestando contra la reforma educativa, después por la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa. Ahora exige la abrogación de la nueva Ley del Instituto de Seguridad Social de los Trabajadores del Estado de Chiapas. Mañana podría ser por el cambio climático o por su derecho a vivir en la mediocridad.

En octubre de 2013, en pleno apogeo de las movilizaciones contra la reforma educativa de Peña Nieto, se incorporó a la CNTE. Desde entonces, la AED ha estado envuelta en actos de vandalismo, daños en propiedad privada, saqueo de tiendas de conveniencia, toma de carreteras, secuestro de camiones y destrozos de edificios públicos.

Desde ese tiempo para acá, no ha planteado iniciativas que busquen la profesionalización y mayores garantías laborales para el profesorado. Mucho menos para mejorar la oferta educativa y el rendimiento escolar de los niños y jóvenes de Chiapas. Pues siempre ha sido rémora de la CNTE. Son los líderes de esta agrupación los que llevan la voz cantante y los que alimentan a los asambleístas con puras migajas. Es decir, la AED es títere de la Coordinadora.

El 11 de noviembre de 2016, alrededor de trescientos de sus integrantes armados con palos, piedras y con el rostro cubierto, irrumpieron en el parque central de Tuxtla Gutiérrez en protesta contra la reforma. Bloquearon las dos principales arterias de la ciudad, atacaron varias unidades del transporte público Conejobús, golpearon a los pasajeros y retuvieron camiones de empresas particulares. No es todo. Secuestraron al entonces subsecretario de Educación, Eduardo Velázquez, que se encontraba en las inmediaciones.

El exfuncionario fue humillado por los “profes” de la AED. Lo llevaron a rastras hasta la escalinata de Palacio de Gobierno, donde lo exhibieron con el sambenito de la traición. Lo obligaron a cargar una pancarta con la frase “que les quede claro. La reforma educativa en Chiapas ¡No pasará! AED-40”. Después de esa vino otra: más intimidante. “Cayó el primero. Vamos por los demás”, decía.

Ese mismo día, Armando Falconi envió a estudiantes normalistas a vandalizar el edificio de la Sección 40. Éstos llegaron aproximadamente a las cinco y media de la tarde a bordo de una unidad del Conejobús que habían incautado horas antes.

Rompieron cristales, robaron papelería y equipo de cómputo, golpearon al personal del sindicato y quemaron algunas áreas del edificio.

A ese abuso se suma el ocurrido el 5 de diciembre del mismo año. Vándalos de la AED tomaron por asalto un hotel ubicado en el poniente de Tuxtla Gutiérrez, donde se llevaría a cabo el proceso de las cadenas de cambio. El objetivo era impedir el proceso. Para ello bloquearon las entradas, amagaron al personal del hotel, golpearon a los organizadores del evento y los sacaron del lugar a punta de patadas. Posteriormente, secuestraron en una habitación a siete personas, entre maestros y autoridades educativas estatales.

En la reciente “protesta política”, la situación no fue diferente. Los profesores asambleístas hicieron pintas en todo el edificio sindical y ocasionaron pérdidas irreparables en las obras recién construidas con las cuotas de los propios agremiados, o sea, de ellos mismos. Además, como viles rateros, saquearon computadoras, cámaras, impresoras, refrigeradores, hornos de microondas, cafeteras, copiadoras, entre otros enceres de la cafetería que estaba próxima a inaugurarse.

¿Dónde quedó la reputación de los asambleístas que se dicen defensores de los derechos de los docentes? ¿Dónde dejaron la dignidad y el respeto que debe inspirar la imagen de todo maestro y que ellos se han encargado de destruir con acciones como esas? ¿Dónde dejaron su entendimiento porque no fueron capaces de saber que lo que destrozaron fue pagado y construido con su propio dinero?

EL MENTADO LÍDER

Pero ningún grupo se mueve solo. A la sazón, ¿quién es José Armando Falconi Borraz? Palabras más, palabras menos, es un eterno frustrado.

Por la ambición de adueñarse de la dirigencia de la Sección 40 del SNTE, sobre todo de los dineros, Falconi ha venido utilizando a la AED como grupo de choque para desestabilizar la gobernabilidad en el gremio. Saca a los maestros a las calles, bajo el sol, la lluvia y en infinidad de ocasiones los ha obligado a dormir a la intemperie mientras él descansa en una suite de hotel. Lo más reprobable es el vandalismo que inspira en la agrupación. Es decir, convirtió al bloque democrático de la 40 en una franquicia radical y chantajista.

Empero, sabiendo que sólo lo respalda un puñado de maestros fanáticos, se unió a la CNTE para -según él- tener mayor fuerza. Sin embargo, le salió el tiro por la culata.

Pedro Gómez Bámaca, líder de la Sección 7 de la CNTE, así como Alberto Mirón y Adelfo Alejandro Gómez, sólo lo utilizaron. Lo convocaban a los mítines, a las marchas, a los plantones, a las diferentes acciones de protesta contra el gobierno, etcétera, para hacerlo sentir parte de ellos, pero nunca fue así. Y se lo hicieron ver en 2015, cuando lo dejaron fuera de las negociaciones que pusieron fin al paro magisterial de ese año. Desde ahí, esos tres liderzuelos con las bolsas llenas de dinero, rompieron toda relación con él. Le dieron una patada.

¿A poco cree que después de eso él siguió con las protestas por congruencia política, por perseguir un ideal, por defender los derechos de los docentes y la calidad educativa? No. Armando Falconi siguió con la bulla porque no le dieron su tajada del pastel, porque lo despreciaron, porque no ganó nada, porque sólo les sirvió y ¡adiós!

Fue entonces que llamó a los estudiantes normalistas a sumarse a su movimiento. Se dice que es él quien está detrás del gamberrismo estudiantil de la Mactumatzá, de la Jacinto Canek y de otras tantas escuelas normales, esas que han atentado contra diferentes dependencias del gobierno, empresas privadas y la propia Sección 40.

Armando Falconi no es un líder magisterial honesto y de principios, de autoridad moral, que llame a la unidad, a la transparencia, sino un hambriento de poder. Su discurso, tremendamente atropellado, sin coherencia, anima al oportunismo y a la rapacidad.

EXIGIR CUENTAS

Por tanto, el movimiento contra la nueva Ley del Isstech que abandera Armando Falconi y la Asamblea Estatal Democrática es un pretexto solamente.

Dicho movimiento es movido por intereses políticos. Y los delitos que cometen no deben quedar impunes.

Pero, más allá de eso, la sociedad debería exigirles cuentas porque con sus acciones no sólo están desprestigiando la imagen del maestro, sino también están condenando a los niños a la ignorancia y a la miseria, porque ¿qué tipo de educación le pueden dar a la niñez rompiendo ventanas, robando y quemando edificios públicos? ¿Qué tipo de maestros son? ¡Chao!

yomariocaballero@gmail.com