Sr. López / Columna

La Feria / Sr. López

*** Cosecha

Los López de allá de Autlán de Grana, Jalisco, eran tantos que compusieron el apellido paterno, agregándole el de la mamá respectiva a fin de evitar complicaciones a la hora de coadyuvar a la preservación de la especie: había López-López, López-Pérez, López-Sánchez, López-Valdés, López-Valdez, López-Michel y unos López-López y López. El sistema servía también para conservar agravios en remojo pues en esos lugares, en esos tiempos, los pleitos se heredaban de generación en generación. Así las cosas, los López-Valdés y los López-Valdez, por un asunto que algunos viejos creían recordar, no se trataban y cuando se trataban había velorios anticipados. Alguna vez este menda preguntó a la abuela Elena (Michel de López-Valdés), si no habían intentado arreglar las cosas hablando y respondió: -Con esos es perder el tiempo, no cumplen su palabra… y por lo mismo, nosotros tampoco –y bueno, su texto servidor le quitó el Valdés a sus hijos. Total.

 Parece según San Google que ha habido 17 visitas de presidentes de México a los EUA (contando la actual), para reunirse con los presidentes de allá. Es importante que se reúnan, siendo países vecinos, claro que sí. Y es totalmente inútil, al menos en el caso México-EUA.

 Los asuntos serios entre México y los EUA, son muchos y se arreglan desde las secretarías de Estado, la Cancillería y la Fiscalía (lamentablemente nuestro Congreso a estos fines, es tan útil como traer una rebanada de pan Bimbo en la mano, durante el hundimiento del Titanic). Luego, cuando resulta provechoso por algún motivo, que los mandatarios de ambos países echen una firma en público, la echan, faltaba más, pero todo se acuerda antes y con detalle, como es lógico.

 El primer Presidente de México que visitó los EUA fue Porfirio Díaz. El 16 de octubre de 1909 se desayunó con el presidente William Howard Taft, en El Paso, Texas (cafecito y una rebanada de pan tostado); ya luego cenaron en Ciudad Juárez, en un salón de la aduana y Porfirio Díaz dejó con la boca abierta al Memo: la vajilla de Maximiliano y Carlota -con filo de otro-, cubiertos de plata maciza, cristalería de Baccarat y el menú, seis platillos y postres, a cargo de un chef francés -Sylvian Dumont-, quien seleccionó los vinos; don Memo Taft dijo a Díaz en su discurso: “Yo lo recibí a usted como a un verdadero republicano y usted me recibe como a un emperador” –pa’que se eduquen ha de haber pensado don Porfirio.

 Esa reunión no sirvió de nada, aparte de ‘estrechar lazos de amistad’, que al ratito se le olvidaron al Taft, quien cobijó en los EUA a Madero para que organizara tirar a Díaz… con esos cuates.

 Pasaron 34 años para que se repitiera el numerito, ahora a cargo de Franklin D. Roosevelt y Manuel Ávila Camacho, con visita reciproca a Monterrey, Nuevo León y Corpus Christi, Texas. Roosevelt dijo en tal ocasión: “Nuestros países reconocen su interdependencia. La explotación de recursos y gente en beneficio de otro país ha llegado a su fin” –bueno a lo mejor lo dijo en serio.

 Luego, el 29 de abril de 1947, Miguel Alemán fue el primer presidente mexicano en visitar Washington; Harry S. Truman echó la casa por la ventana, lo recibió personalmente en el aeropuerto con honores militares, le hizo su desfile en carro descapotable por la ‘Pennsylvania Avenue’ y don Miguel se echó un discurso en el Capitolio (primer Jefe de Estado de Latinoamérica en hacerlo). México ya tenía firmado desde 1942 un tratado comercial con los EUA pero don Truman quería uno militar y Alemán le pintó un violín. Resultado de la cordialísima visita: cero, nada, kaput, niente (pero se cayeron muy bien).

 La primera visita de Estado, ya con ese carácter, fue la de López Mateos a Eisenhower: recepción con honores, 21 cañonazos de saludo, pase de revista a tropas, cena oficial en la Casa Blanca, intercambio de regalos y discursos…bonito. Resultados: ninguno.

 Luego fue la visita de Díaz Ordaz a Lyndon B. Johnson el 27 de octubre de 1967, el día anterior a la devolución del Chamizal a México. Dijo el New York Times de Díaz Ordaz: “Es como un Volkswagen: no es hermoso, pero es una máquina práctica y eficiente que en tres años logró eficacia, consenso político y crecimiento económico”. Bueno. El gobierno yanqui dijo que jamás habían sido mejores las relaciones con México… peeero, Díaz Ordaz fue informado en 1969 que Richard Nixon había autorizado la ‘Operación Intercepción’, metiéndose en espacio aéreo y marítimo mexicanos, para vigilar el trasiego de drogas y ardió Troya; don Gustavo se puso trompudo y paró eso: los tenía y los tenía bien puestos.

 Lastimados los dos países fue la visita de Luis Echeverría a Washington en junio de 1972. Don Luis no fue a limosnear amistad: condenó el bloqueo a Cuba, peleó que las aguas del río Colorado llegaran limpias a los campos de Mexicali y el trato a los trabajadores mexicanos. Nixon lo que quería era que terminara la visita.

 Hubo varias visitas más. Todas sin resultados reales hasta que el gobierno de Salinas de Gortari consiguió la firma del TLC, el 14 de diciembre de 1992. No fue fácil, nada fácil, al final México aceptaba discutiendo lo menos posible las condiciones yanquis… pero, sin mezquindades: tuvo muchos más beneficios que daños y México entró, aunque pagando el precio, a las ligas mayores de la economía.

 Ahora se actualizó ese mismo acuerdo y le pusieron T-MEC. Está bien. No es perfecto pero tampoco un esperpento. Es lo que hay en el mundo real de ahora.

 Nuestro Presidente actual, realiza la visita número 17, otra.

 No sabemos, no sabremos que se dijeron a solas el Trump y él, pero (sin mezquindades), nuestro Presidente sí le sacó al Trump una declaración de admiración y respeto por los mexicanos. No es poco. Claro, nuestro Presidente también declaró su amor rendido por el tipo ese. Ninguno de ellos le cree al otro.

 Lo que al del teclado resulta incómodo, asómbrese, son las legales y legítimas manifestaciones de rechazo a nuestro Presidente… duele: la ropa sucia se lava en casa. Pero… eso siembra y eso cosecha.