A ESTRIBOR / Juan Carlos Cal y Mayor

A ESTRIBOR / Juan Carlos Cal y Mayor

*** Lealtad a ciegas

Con ese olímpico desprecio por la ley que caracteriza al presidente, exige que quienes son parte del proyecto de la 4t deben tener una “lealtad ciega”. Engaña diciendo que no a su persona, porque eso es abyección, sino al pueblo. Solo que, en este caso, él encarna al pueblo. Es el síndrome de la Hybris que genera un egocentrismo desmedido y un desprecio hacia las opiniones de los demás. Se asemeja a un jefe de la mara salvatrucha que exige como prueba de valor a sus iniciados, el asesinar al primer transeúnte que se les atraviese en el camino.

Vayamos al grano. Apenas llevamos 2 años de gobierno y el barco está haciendo agua. Los funcionarios del gabinete no están tan dispuestos a dicha lealtad ciega y por eso ha habido una serie de renuncias. La última de estas, fue de Jaime Cárdenas Gracia. De ser un respetado consejero del IFE, Cárdenas Gracia, se sumó radicalmente a apoyar a López Obrador desde las filas del PT. Apostó su futuro a una causa que hoy ya no le hace sentido. Por eso prefirió salvar la honra que arriesgar el pellejo incurriendo en responsabilidades como servidor público en esa entelequia demagógica llamada Instituto para Devolverle al Pueblo lo Robado. Era ya el segundo en ocupar ese cargo donde resulta que se están robando lo robado.

También renunció el director del CENACE (Centro nacional de control de energía) y simultáneamente hicieron renunciar a seis funcionarios en la CONAGUA, justo ahora que surgió el problema con el abasto de agua de Chihuahua. Un poco antes, Víctor Toledo, fue el segundo secretario, después de Josefa González, en renunciar a la SEMARNAT. Se fue también el de la SCT, Jiménez Espriú, por su rechazo a militarizar el control de puertos y aduanas. Y eso que había dado muestras de incondicionalidad cuando defendió a toda costa la cancelación del NAIM, el primer gran error del gobierno de la 4t que nos costó a los mexicanos más de 100 mil millones de pesos que fueron tirados a la basura. Renunció también Carlos Urzúa, el Secretario de Hacienda, que no es poca cosa. Hoy escribe en El Universal y detalla cada semana los desaciertos del gobierno. Escandalosamente se fue también David León, a quien abría de encargar la compra de medicinas para acabar con la corrupción y abastecer las clínicas y hospitales en todo el país. El año pasado renunciaron el director del instituto Nacional Migración, Tonatiuh Guillen y Germán Martínez al IMSS.

Sin haber dado resultados Alfonso Durazo, el secretario de seguridad, se apunta para ser candidato al gobierno de Sonora y se dice que también Esteban Moctezuma, el secretario de educación, al gobierno de San Luis Potosí. Paralelamente se ha desmantelado el aparato institucional. Se les han reducido sueldos, dejado de pagar aguinaldos y recientemente se anunció la desaparición de 11 subsecretarias. Otro más, Ricardo Peralta, el subsecretario de gobernación renunció sin mayores explicaciones. Y ya casi olvidaba que Santiago Nieto, el célebre congelador de cuentas que dirige la UIF (Unidad de Inteligencia Financiera) quiere la gubernatura de Querétaro.

Y no, no es normal que este sucediendo todo esto. Nos habla de una enorme disfuncionalidad en deterioro de la administración pública. Se van quedando los más radicales e incondicionales. Los que siguen haciendo política, elogiando en todo al presidente. Los que son incapaces de discrepar, aunque les ordenen las peores barbaridades. Dicen los que están cercanos al presidente, que no se le puede contradecir. Que lo mejor es consecuentarlo y obedecer sus decisiones por absurdas que parezcan. En esa medida se siguen cometiendo toda clase de yerros. Ahora se sabe que el presupuesto de Dos Bocas se quedó corto. Que el aeropuerto de Santa Lucia no cuenta aún con los estudios de aeronavegabilidad y está en riesgo su operación. Que el tren maya será incosteable, independientemente del daño ecológico, de la falta de infraestructura turística, para hacerlo rentable. Y para rematar, el Secretario de Hacienda Arturo Herrera, ya advirtió que se les acabó el cochinito. No hay obra pública para los estados. La derrama económica se centra en unas cuantas empresas por lo que en los próximos meses y años se conocerán enormes escándalos de corrupción.

Todo esto porque el presidente gobierna por encima de la ley. No cumple ni hace cumplir la constitución ni las leyes que de ella emanan. Para él la ley debe estar al servicio del hombre y no el hombre al servicio de la ley. Ha dicho que, entre la ley y la justicia, prefiere la justicia… su justicia. Se comporta como un monarca absolutista de la edad media. Y bajo esa premisa, exige, lealtad a ciegas. Por eso el país va a la deriva. Nos esperan tiempos calamitosos para la vida de la república. La gran pregunta es si podremos sobrevivir al peor retroceso en la historia del país.