Sr. López / Columna

La Feria / Sr. López

*** Afrenta pública

Interesante Navidad esta que acaba de pasar. Aparte de ser obviamente diferente en los diferentes Méxicos, pues no es el mismo país para todos, de ninguna manera, que ahí está el México de los que no carecen de nada, por mérito propio en la mayoría de los casos, que a nada bueno lleva tragarnos el discurso fácil de que los males de los pobres obedecen a los bienes de los ricos, generalización injusta y peligrosa; pero eso no borra el otro México, el de 69.6 millones de mexicanos cuyos ingresos no alcanzan para la canasta básica alimentaria, según el Coneval; junto con el México del llanto, en duelo por más de 122 mil fallecidos por el virus y 40 mil 863 asesinados, record anual superior a cualquier otro año, que menciona el anexo estadístico del Segundo Informe de Gobierno de la Cuarta Transformación, sin rubor ninguno por la repetida y ya cancelada promesa de que en seis meses se acabaría con la epidemia del crimen organizado… ¡pelillos a la mar!

Más interesante por el mensaje presidencial desde Palacio Nacional:

“Hoy es Nochebuena y así tenemos que celebrarlo, hoy por la noche. Mañana Navidad, se conmemora el nacimiento de un hombre que encarnaba el amor y la fe, Jesús Cristo, independientemente si somos creyentes o no, Jesús nos deja la enseñanza, su obra fundamental es de transformación y tiene que ver con la defensa de los pobres, de los desposeídos, de los que sufren de los enfermos y también tiene que ver con la fe en porvenir y no se limita a lo religioso”.

Muy interesante… ahora resulta que la ‘obra fundamental’ de Jesucristo fue la transformación, lo que pone a la mayor figura religiosa del planeta en plan de protomorenista (si ya por ahí andan diciendo que los apóstoles corearon al final del Sermón de la Montaña: ¡es un honor estar con el Redentor!), pues según el Evangelio según San Andrés, vino a defender a los pobres (asunto que ya atenderá su gobierno, no comamos ansias), a los desposeídos y los que sufren (se solicitan referencias, aunque sean en algún evangelio apócrifo), y a los enfermos (López Gatell, ahí le hablan).

No es importante ni grave. El Presidente, este Presidente, puede hablar de lo que quiera. Total. Se menciona nada más por no dejar pasar este otro intento del Titular del Poder Ejecutivo, de equiparar su persona y discurso perpetuo a la figura y prédica de quien para casi todos los mexicanos es Dios. Y no le conviene, que recuerde cómo terminó el Hijo de Dios… en la cruz.

Como sea, estamos cerca de que termine el año. Este jueves es el último día del año en que se resquebrajó el proyecto político y de gobierno de la 4T. Aún no se dan cuenta, pues siguen en la borrachera de su triunfo, pero los grandes asuntos nacionales se les fueron de las manos: la inseguridad por la delincuencia organizada ya no la podrán revertir, pues seguirán haciendo lo mismo y eso asegura el mismo resultado; la economía nacional no da lugar al optimismo, en todo caso y con mucha buena estrella, para el 2024 estaremos como en 2018, sexenio perdido, dice el Instituto Mexicano de Ejecutivos de Finanzas; la erradicación de la corrupción, pregón favorito de este gobierno, no amaina y hay trompetazos de aviso de que ese vicio público pringa a gente muy cercana al Presidente, las miasmas de la podredumbre ya hieden en Palacio y no se ven los efectos curativos de la repetición de que ‘no somos iguales’, pues no, pero tampoco tan diferentes. Y por último, en capítulo aparte: la salud.

La salud, sí, sin menospreciar temas tan trascendentes como la educación pública, hoy es indiscutible que por la pandemia, la salud es el tema estelar. Los tres años y 10 meses que restan de este gobierno, alcanzan para enterarnos de la realidad de lo sucedido este 2020, para saber si López Gatell es el arcángel Miguel patrio o la bruja de Blanca Nieves (‘… muerde pequeña’), para enterarnos de cuánto influyó la visión política del Presidente en el enfoque científico con que se debió atender el contagio de Covid-19… y peor que todo: para tener a la vista, a lo vivo, los resultados de la campaña de vacunación.

El gobierno federal por buenas razones, es el primer responsable de emprender la tarea de inmunizar a la población, por supuesto, pero no se entiende que no se permita que a la par, lo hagan hospitales privados, pues el que quiera pagar, que pague… pero, en fin, no será así, solo el gobierno, muy bien.

Con esa premisa, queda la responsabilidad en el gobierno, lo que en este caso es decir el Presidente, dada su manera de ejercer el poder.

Sin ánimo de molestar a nadie: empezaron mal. Festejaron el arribo de tres mil vacunas, como la llegada de las cervezas a la cancha llanera, digo, un poquito de pudor: Costa Rica recibió 9 mil 750; Chile, 10 mil; Argentina, 300 mil; Brasil, 5 millones 500 mil… la ceremonia ridícula en el aeropuerto con funcionarios y galanos discursos como del desembarco en Normandía, nos puso en ridículo, lo que no es importante, claro, ya estamos curtidos, pero lo que sí importa es no sembrar en la gente una esperanza falsa.

El compromiso que ha asumido el gobierno es vacunar a toda la población en un año. Correcto. Ojalá estén al tanto que con esto, la vacunación persona por persona, no funcionan las medias verdades o las mentiras dichas con tal firmeza que hacen dudar a cualquiera; en este asunto al paso de las semanas y los meses, el crecimiento del número de contagiados, exhibirá la verdad y el de muertos, el fracaso.

A nadie conviene que no resulte el plan de vacunación: ni si inmunizar a todos asegurara a las huestes del Presidente el triunfo electoral del 6 de junio próximo, se puede desear que fallen. Es de vida o muerte: que lo hagan bien aún al precio de aguantarles su grosero triunfalismo. No importa. Pero la ceremonia con que impúdicamente celebraron esas primeras 3 mil vacunas, desnuda su pertinacia en sustituir eficacia por babas, hechos por dichos y mentir obedeciendo al Presidente sin temor a la ignominia, que dice el diccionario, es afrenta pública.