Juan Carlos Cal y Mayor / Columna

A ESTRIBOR / Juan Carlos Cal y Mayor 

*** Conservadores

No se podía esperar otra cosa de un presidente que aprendió historia en los libros de texto gratuito (no habían, no hay otros). Que se educó a la vieja usanza del historicismo oficial. Ese que sacralizó a sus héroes zurciéndoles biografías a modo. Que criminalizó a otros tantos personajes sin reconocerles mérito alguno, aunque también forjaron al México de hoy. Así convenía al régimen postrevolucionario urgido en darnos una identidad afín a las conveniencias de la época. El mismo tiempo en que Mao y Stalin edificaron y adoctrinaron a sus pueblos para hacerlos incapaces de disentir o cuestionar. Así se construyen los pilares del autoritarismo bajo el pensamiento único de la verdad histórica.

Así es el aprendiz de palacio, que de aficionado no pasa, pero quiere darnos lecciones de un pasado del que no tiene mayor idea. Y esto porque que en la retórica oficial de los escribanos de la época, no deja de haber omisiones y abiertas contradicciones. Cocinaron a modo leyendas épicas, sin reparar en desaciertos.

Basta revisar un poco. López Obrador habla de los conquistadores y le pide a la corona española que nos pida perdón por los agravios sufridos. Él, que tiene ascendientes españoles, Hijos de hidalgos, que migraron como muchos otros en busca de mejor suerte al nuevo mundo. Se asume “conquistado” como si fuera heredero consanguíneo de algún tlatoani. En todo caso, perteneciente a una familia criolla y mestiza como millones de mexicanos. Olvida que Moctezuma abrió de par en par las puertas de la gran Tenochtitlan y hospedó en su palacio a Cortés a quien consideraba como descendiente de Queztalcoatl, el Dios blanco, Dios de la vida, la luz, la fertilidad, la civilización y el conocimiento. El hombre blanco y barbado. Por ello Moctezuma murió apedreado por su propio pueblo.

Cortés consideraba un acto de barbarie los sacrificios humanos y el canibalismo que eran práctica cotidiana entre los mexicas. Quiso “civilizar” y hacerlos abrazar al único Dios de catolicismo. Eso no agradó a quienes preparaban con carne humana el antiguo pozole. “Dicen que acercándose don Nuño Beltrán de Guzmán a la olla pozolera, vio que en el maíz había restos humanos inconfundibles, por lo que iracundo echó mano a la espada y quebró de un tajo la olla de arriba abajo”.

Olvidan también que Hidalgo se proclamó en contra de los gachupines peninsulares a los que consideraba desleales a Fernando VII por hacerse de la vista gorda ante la invasión napoleónica. “Mueran los gachupines, viva Fernando VII”, fue la consigna leal a la Corona durante la madrugada del 16 de septiembre una vez descubierta la conspiración rebelde en contra del Virrey.

Imaginemos por un momento al afamado Pípila que incendió la puerta en la alhóndiga de granaditas. Eso provocó la matanza de cientos de niños y mujeres ahí refugiados, un crimen de lesa humanidad, a manos de los insurgentes. Qué sería de México si Agustín de Iturbide no consuma la independencia de México, cuando ya Vicente Guerrero no era más que un prófugo de la justicia al que Iturbide busca para hacer la paz y cabalgar triunfante con el ejército trigarante.

Qué habría pasado si Santa Anna no defiende a México contra el intento de reconquista española. Pasó a la historia como el presidente que vendió la mitad del país cuando en realidad intentó inútilmente rescatar Texas y ya siendo preso se vio obligado a reconocer su independencia. Fue el congreso mexicano quien desconoció al presidente y con ello el tratado de Velasco lo cual provocó la invasión la invasión norteamericana y ahí sí, la perdida de más de la mitad del territorio.

¿Acaso no fue Miramón el presidente “conservador”, parte de los cadetes del colegio militar que ahora son reconocidos como los Niños Héroes? ¿O no fue Juárez quien al declarar la moratoria de pagos a los gobiernos extranjeros provocó la invasión francesa? Fueron nuestros odiados enemigos los gringos los que lo protegieron en el Paso del Norte, ahora Ciudad Juárez, porque no querían un dominio europeo en América.

Si nos atenemos a la definición teórica de la izquierda y la derecha, de liberales y conservadores, veremos que los señalamientos del presidente carecen de todo sustento. Somos liberales por adopción de un régimen republicano a gusto de los norteamericanos. Pero en régimen republicano existe la división de poderes, la libertad de prensa, la pluralidad partidista y el respeto a la ley. Y eso es exactamente, lo que en el México de ahora simplemente no sucede.