Anécdota

Ariel Grajales Rodas

Al pie del cerro Nambiyuguá despuntaba un pueblito de casas de bajareque. En inmediaciones del poblado pasaba el río Los Amates con sus aguas frescas y cristalinas. 

Ahí creció Nitón, un joven que tenía una leve discapacidad mental. Doña Nicasia sufría constantemente para  convencer que su hijo  Nitón se levantara de su hamaca para acarrear agua  con la ayuda de cubetas.

Y es que Nitón tenía otro defecto: era flojonazo de corazón. 

Luego de horas de súplica de su progenitora, Nitón siempre terminaba cumpliendo la tarea de caminar un par de kilómetros hasta el río Los Amates para llevar agua a su casa. 

¡Ah, pero eso si!, cuando Nitón empezaba con el acarreo no había poder humano que lo parara; sólo la fatiga corporal detenía su vaivén. Doña Nicasia aprovechaba para llenar hasta los vasos. 

Cuando algún pueblerino sufría un arranque de ligereza, le decían: “Velo, ya salió otro Nitón”.