César Trujillo / Columna

Código Nucú / César Trujillo 

*** Las eternas promesas de campaña

En política el “prometer no empobrece”. Incluso ha sido convertido en una máxima en los tiempos de campaña. Los candidatos emiten arengas en donde las soluciones para los principales problemas que aquejan a la entidad flotan como en un limbo. Emanan propuestas propagandísticas cuyo único fin es la búsqueda del poder. La esperanza de quienes acuden a los eventos (acarreados o por convicción) sale a flote. Siempre se tiene el anhelo de que las cosas puedan mejorar, sin embargo, rara vez es así. 

Hoy, en la antesala de los comicios 2018, nada ha cambiado para Chiapas. Las promesas que surgieron como dardos lanzados por el Partido Verde Ecologista de México, a través del ahora gobernador Manuel Velasco Coello en el 2012, se quedaron congelados y dieron paso a la frivolidad y el menoscabo del estado. Pasamos a un gobierno insulso y cobijado por la juniorcracia, cuyo máximo logro fue el estancamiento de las instituciones y el empoderamiento de improvisados que han causado un severo daño a la administración pública.

Con Juan Sabines Guerrero las cosas fueron igual, aunque ese sexenio se caracterizó por el cinismo y la ignominia, por la invención de paliativos como el biodiesel o la bioturbosina, o las mismas Ciudades Rurales que se erigieron, teóricamente al menos, como una fórmula que incluso llamó la atención de gobiernos extranjeros. Aunque, lamentablemente, en la práctica la planeación y ejecución fueron soterradas por la inoperancia y la ambición de quienes caminaban a su lado. Grosso error.

Quizá por ello hoy sabemos que todos los candidatos se venden como defensores de la economía local y el desarrollo. Todos se dicen amigos de los jóvenes y protectores de la infancia. Todos afirman que la salud, la seguridad, el turismo, el campo y el empleo son ejes prioritarios y que sí, que ahora sí las cosas van a cambiar. Pero en el fondo, quienes somos parte del grueso poblacional, quienes estamos acostumbrados a la verborragia que emana como propaganda institucionalizada desde hace mucho, sabemos que eso no es cierto. Tenemos claro que los beneficiados, gane quien gane, serán unos cuantos y que muchos de esos, que incluso han sido sindicados en sexenios anteriores por corrupción, aparecerán de nuevo sin importar el qué dirán.

Evento tras evento repiten las mismas fórmulas que son trazadas con total precisión por su equipo. Usan lo más relevante del pueblo al que llegan para enganchar con su discurso a quienes ahí los escuchan. Tienen ese don de afianzarse a través de la perorata y lo saben. Prometen y prometen porque saben que no pierden nada. La historia nos ha enseñado que es así y que son contadas las excepciones donde ya sentados en el poder recuerdan lo firmado, o lo prometido, bajo esa voz grave que fingía estar del lado de la clase oprimida, de la clase trabajadora y que es la que le da identidad a este país. El mismo presidente de México, Enrique Peña Nieto, es un ejemplo claro de esto que señalo.

Por eso ahora que estamos en tiempos de campañas, ahora que los escuchamos prometer las perlas de la virgen, ahora que desmenuzan temas como el empoderamiento de la mujer, la inclusión, el respeto a las minorías, el desarrollo económico, sabemos que algo no anda bien.. Muchas de esas promesas ya las hemos escuchado en años anteriores y cada vez más no es difícil creerles. ¿Quién sí merece su confianza entonces, estimado lector? Eso puede saberlo sólo usted. Quizá conocer la persona y su pasado pueda darnos una lectura más clara de lo que queremos para Chiapas.

Lo cierto es que la política se ha convertido en un arte de prometer sin importarles que se cumpla la palabra y que en tres o seis años después regresen con la misma arenga aunque con otro color. Bien dicen los críticos que hoy en día “todo político aspira a convertirse en Mickey Mouse: ser tan encantador que la gente olvide que es una rata”.

Manjar 

Manuel Velasco Coello, gobernador de Chiapas, no sólo es apático ante todo lo que sucede en nuestro estado, sino que su frivolidad se consolida cuando se muestra lleno de júbilo, coreando y sonriendo, silbando y mostrándose feliz, ataviado de la playera de futbol de los Cafetaleros. No se inmuta en pasearse con uno u otro candidato: le da igual el color. No importa que sean de derecha o izquierda: está acostumbrado a jugar con Dios y con el diablo. Es más, no le importa que la entidad esté ahora en una encrucijada por la muerte de los dos ciclistas extranjeros ni que se sindiquen un sinnúmero de irregularidades de parte de las autoridades. Clarito queda demostrado lo que fue su sexenio con su comportamiento, sexenio, cabe señalar, que estamos rezando porque ya termine. #CámaraNoSeAgüiten // La recomendación de hoy es La agonía del Eros de San Byung-Chul Han y el disco Fathers and Sons de Muddy Waters. // Recuerde: no compre mascotas, mejor adopte. // Si no tiene nada mejor qué hacer, póngase a leer. 

* Miembro de la Asociación de Columnistas Chiapanecos.