Sr. López / Columna

La Feria / Sr. López

*** Diablo, carne y mundo 

Como bien sabe usted, Virgen, la abuela materno-toluqueña de este López (siete embarazos y le decían Virgen), era una viejita muy buena y muy santa,  tonta de asombrar a un guajolote, pero se le disculpaba porque cocinaba como la Santísima Trinidad. Para tan católica señora, todo, todo, debía apegarse rigurosamente a lo dispuesto en el catecismo del padre Astete (titulado ‘Doctrina cristiana y documentos de crianza’, escrito en 1599; nunca aceptó el del padre Ripalda porque era una ‘modernada’… redactado en 1618), y ante cualquiera de esas cosas que en toda familia suceden, soltaba su afamado “¡Jesucristo-aplaca-tu-ira!”, pero cuando era asunto de mayor proporción (una de sus hermanas tuvo un bebé con papá por determinar ¡en 1920!; a un sobrino le encontraron en el armario zapatillas de tacón alto… de su número; su hermano mayor enviudó y a la semana contrajo nupcias con su cuñada, bueno, ya no era su cuñada), en esos casos manifestaba su enojo y máximo escándalo diciendo: -¡Me quito el apellido! –o también: -¡Yo de esta familia, no soy! –… y ya, no pasaba nada. Era una viejita muy buena y muy santa.

 En esta nuestra feliz patria, somos peculiares para no pocas cosas. Un ejemplo, a volapié: nuestros presidentes no hacen política, no participan en los actos ni campañas de sus partidos, son oficialmente neutros, contra toda lógica pues su profesión es la política y sabida es su pertenencia a tal o cual partido, pero, no, acá está mal visto que hagan… lo que hacen.

 Antier nuestro Presidente dijo que es “militante de Morena con licencia”, en apego a la más tradicional y respetada costumbre de los políticos nacionales: mentir. ¿Cómo hace un señor para dejar de irle a las Chivas o al América?… ¿manda carta, reza el ‘Yo pecador’, solicita exorcismo a su cura párroco?… la vacilada de la “sana distancia” del bolero de Ciudad Juárez (el tal Ernesto Zedillo), fue eso: una vacilada; pero todos los demás presidentes del país, se andan con cuidado y disimulan con perfección de artesano chino, sus acciones políticas, que bien deberían poder realizar a la vista de todos. Sería más sano (o no… ya no sabe uno nada).

 Nuestro Presidente es de Morena, pertenece a Morena (políticamente, se entiende, lo demás es de doña Beatriz), lo que es más, no se sorprenda, pero él fundó Morena, solo, a pulso, entre sonrisas de burla de muchos, recorriendo el país entero, a veces recibido por muchedumbres, a veces por cuatro gatos o nadie, pero, infatigable y sin que se le agotara la fe en él, hizo a su partido, ganó la presidencia, aplastó a los opositores en las cámaras… y ahora se toma la licencia de decirnos que es militante “con licencia”, ¡qué licencia!

 Bueno, entendamos: es lo “políticamente correcto”, aunque sea tan obviamente incorrecto que un Presidente deje de pertenecer al partido que lo llevó al poder (en este caso es al revés: él llevó a Morena al poder), o suspenda sus actividades de partido, porque eso no es posible ni deseable, aparte de constituir de alguna manera, una cierta traición a sus seguidores: ¿cómo que se fue?, ¿cómo que ya no está con nosotros?, ¿cómo que pidió ‘licencia’ para no ser del partido?…

 Lo peculiar del caso no es que nos diga que es “militante con licencia”, sino el hecho de que él sabe y todos sabemos, que no es cierto, que el que manda, el único que manda en Morena es él (y qué bueno, imagínese que los dejara sueltos, si así, bajo su égida se pelean a navaja libre), advertidos todos de que Morena solo jurídicamente en un partido político, porque en rigor, en los hechos duros de lo realmente existente, no es sino unas siglas de un movimiento circunstancial, como casi todos desde 1929. La misma masa que votó por él, votó antes por Peña Nieto, por Fox, por Zedillo. No hay banca de electores, somos los mismos. En fin. No es importante, los demás tampoco son partidos y puede ser que el PAN tampoco (ya se verá, eso de ser oposición es su mero mole).

 Pero lo peculiar es eso, que sepamos que nuestros políticos mienten y que lo veamos como algo que es correcto hacer, casi una muestra de respeto a la ciudadanía, porque si saliera el Presidente a decir que aprueba personalmente las listas de candidatos de su partido a los cargos de elección popular, que él designa a los que presiden la fracción de su partido en las cámaras, se armaría un borlote de pronóstico reservado… pero todos sabemos que eso hacen todos los presidentes (aplican restricciones, busque Monreal Ricardo, en su ‘Diccionario de usos priistas’, editorial Tricolor).

 Y este juego de espejos, esta mascarada perpetua no provoca repudio, asonadas ni revueltas, es nuestra normalidad democrática. ¿Cinismo colectivo?… averígüelo Lévi-Strauss, pero así somos en esta risueña nación.

 Sí llama mucho la atención una cosa también de antier. Algo muchísimo muy grave debe estar sucediendo en Morena como para que su fundador, nuestro Presidente, haya amenazado con renunciar a su militancia y hasta pedir que le cambien el nombre al partido, si se desvirtúan sus principios.

 En un acto fallido que sería la delicia del Dr. Freud, agregó: “(…)  lo que acaba a los partidos es el pragmatismo, la falta de ideales, la falta de principios, el buscar triunfar a toda costa sin escrúpulos morales de ninguna índole. Eso es lo que acaba a los partidos, la ambición del poder por el poder”.

 Si nuestro Presidente revisa serenamente la nómina de su partido, verá que está retacado de eso que dice acaba a los partidos, con sus honorabilísimas excepciones, como en todo, y si reflexiona, sabiendo lo que sabe de política, de política mexicana, concluirá que no tiene remedio…

 Con perdón de la doñita Asbaje: Tenochca necio que acusáis a los morenistas sin razón, sin ver que sois la ocasión de lo mismo que culpáis… si con ansia sin igual solicitáis que os den, ¿por qué queréis que obren bien si los incitáis al mal?… Bien con muchas armas fundo que lidia vuestra arrogancia, pues en promesa e instancia, juntáis diablo, carne y mundo.