Sr. López / Columna

La Feria / Sr. López 

*** Entre Saturno y Huitzilopochtli

Advertencia: la presente Feria contiene información no apta para lectores sensibles o de conciencia intranquila. Se recomienda discreción.

Ayer la prensa mundial se dio vuelo reportando la entrada de los talibanes a Kabul, capital de Afganistán. El lío que hay en ese país explicado en cien libros, dejaría muchas aristas pendientes, es enredadísimo. Pero, igual, antes estuvieron diez años los rusos y salieron sin victoria; hoy, los EUA después de 20 años de combatir junto con tropas aliadas de la OTAN, también se retiran con el rabo entre las patas.

Al mundo lo horrorizan los cruentos sucesos en Afganistán. En los últimos 20 años los EUA y sus aliados registran 45 mil muertos y 12 mil heridos, en tanto que las bajas de los talibanes se calculan entre 16 mil y 34 mil (no les da la gana decir cuántos les matan). En total la cifra menos pesimista son 61 mil muertos y en el peor estimado, 80 mil (98 de ellos son de los EUA, sí, 98)… en 20 años

Es terrible lo de Afganistán. Se comprende la consternación mundial. Para el planeta es un exceso inadmisible tal cantidad de muertos (entre 61 mil y 80 mil, no se le olvide).

Dicho esto, se le solicita si para ello no tiene inconveniente, reflexionar en cómo se ve a México desde el extranjero

Mientras hay un escándalo mundial por la matanza en Afganistán en 20 años de guerra formal, con bombardeos aéreos y terrestres, combates y atentados terroristas, en México, con datos oficiales del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SNSP), en 2019 tuvimos 35,747 homicidios y en 2020, otros 35,614, que arrojan un fúnebre total de 71,361 cadáveres… en dos años casi lo mismo que en 20 años de conflagración… sí, así nos ven.

Además y solo porque sería rudeza innecesaria, no le digo que Alejandro Encinas, subsecretario de Derechos Humanos, Migración y Población de la Secretaría de Gobernación, reportó en la mañanera del 21 de enero de este año, que entre diciembre de 2018 y el 31 de diciembre de 2020, no han sido localizadas 16,483 personas del total de desaparecidas reportadas y que de las localizadas, se encontraron muertas 3,024… sí, así nos ven. Y mejor ni mencionar las cifras de espanto de las tumbas clandestinas que se van encontrando en el país, rebosantes de restos humanos.

La cantidad exorbitante de asesinatos en el país, escandaliza a cualquiera y apunta con anticipación al fracaso de este gobierno que no ha podido, no está pudiendo cumplir la primera y más elemental obligación del Estado: garantizar la seguridad pública. Sí, pero como sociedad sería bueno hacer un examen de conciencia:

Por un lado, la tragedia por la inseguridad, la delincuencia organizada y su catálogo inabarcable de atrocidades (decapitados, ahorcados, mutilados, desollados), arroja en promedio cien muertes diarias, cifra sobrecogedora, injustificable, que atrae las peores críticas a las autoridades.

Por otro lado, hay un promedio de entre 2,054 y 2,739 muertes diarias, que no merecen ninguna atención, que no son noticia, que a nadie roban el sueño; estamos hablando de entre 750 mil y un millón de vidas interrumpidas al año, según datos obtenidos por diferentes organizaciones civiles del Consejo Nacional de Población y el SNSP. Y no se mueve la hoja del árbol.

Falta: de ese total de 750 mil o un millón de muertes por año, 200 mil son permitidas por la ley (548 por día). Las reportan el IMSS, Issste, institutos nacionales de salud y servicios estatales de salud.

Como una parte de esas muertes no las penaliza la ley, para no herir susceptibilidades no se les llama asesinatos, por más que asesinar sea matar y matar sea quitar la vida a un ser vivo; y tampoco se les llama por su nombre: abortos, que eso son, abortos, abortos provocados y abortar es eso, quitar la vida al feto, al feto humano. No al “bebito”, que eso es jugar con ventaja y a la mala, sino al feto; pero tampoco al “producto”, que también es amañar las palabras para edulcorar las acciones. Y hagamos la salvedad de a las cuántas semanas pasa el embrión a feto, sesudos teólogos no se han puesto de acuerdo. Queda en la conciencia de cada mujer.

Para resolver este asunto no sirven las convicciones religiosas, que a fin de cuentas son optativas a cada quien, la razón es suficiente: hay casos en que no se puede penalizar a quien quita la vida a otro, la legítima defensa de la propia vida por ejemplo, y esa circunstancia por rara que sea, se le presenta a algunas mujeres que optan por preservar su vida antes que la del feto. Pero sigue siendo matar y es tragedia.

Sí llama la atención del caso mexicano que desde el 24 de marzo de 2016, el Diario Oficial de la Federación publicó la NOM-046, obligatoria a todos los servicios públicos de salud en el país, para que cualquier mujer pueda acceder a un aborto médico legal en caso de violación, sin necesidad de presentar una denuncia penal. Llega la señora, dice que la violaron y ¡listo!, puede abortar. Qué solo cuatro estados lo hayan despenalizado queda en el limbo, los servicios de salud de la federación tienen obligación de practicar el aborto en esos casos, así lo aprobó la Suprema Corte el 7 de julio de este 2021.

Se apresura este menda a aclarar paradas: penalizar no parece resolver nada y tampoco nadie tiene derecho a estigmatizar a la mujer que ha pasado por la tragedia de abortar. Pero también debe decirse que no es un derecho; defender la propia vida sí (aunque a veces implique matar). El feto no es parte de su cuerpo, no es un tumor ni una muela picada. Y hay que añadir que las muertes en abortos clandestinos, son la peor justificación, son una triste realidad, pero no es legal el asalto dado el riesgo que corre el asaltante

En México se aceptan ocho causales para el aborto legal, algunas por decir lo menos, discutibles, y seamos sinceros: es difícil creer que los 200 mil abortos legales por año, sean realmente legales los 200 mil.

Nos preocupa a todos un México mejor, pero mal andamos entre Saturno y Huitzilopochtli.