Mario Caballero / Columna

Letras Desnudas / Mario Caballero

*** ¡Qué ridículo!

Cuando un político pierde el sentido del ridículo es porque también ha perdido el contacto con la realidad. Ridículo me parece la palabra correcta para describir la más reciente aparición pública de Patrocinio González Garrido a través de un relato histórico que un medio local tuvo el valor de publicar. Para estos tiempos de crisis, una ridiculez. Un destello de memoria que provoca risa, burla. Una voluntaria pantomima a las patrañas del afán y el oportunismo.

Ante la contingencia sanitaria que ha paralizado al mundo entero y que ha cobrado miles de vidas, el exgobernador de Chiapas sale a la luz para dar lecciones de historia. En la hora de mayor riesgo en la salud pública de nuestro país, receta un cuento viejo y choteado. Nos comparte una “verdad crucial” que cree que es solo suya. Frente a la crisis económica más severa en la historia moderna, nos recuerda un pasaje sin fundamentos. Se desconectó de la realidad.

“Echeverría culpable; ordenó la matanza: Patrocinio”, fue el título de ese texto. Es un texto a manera de entrevista que a Patrocinio González le pareció que todos deberíamos leer hasta con cierta veneración. La confianza con que describe el reprobable episodio, el tono solemne de su relato, incluso las afirmaciones que le parecen especialmente profundas revelan que, en efecto, piensa que nos está declarando una verdad para nadie conocida.

Tal como cuando meses antes del cambio de gobierno invitó a varios periodistas a realizarle una entrevista en su residencia ubicada en el Fraccionamiento Los Laureles, incluido este servidor, para dar la versión propia de su gobierno, así se apresuró a culpar al expresidente Luis Echeverría de la matanza de al menos 120 estudiantes el 10 de junio de 1971, suceso que se conoce como “El Halconazo”.

“Murieron alrededor de 120 jóvenes estudiantes, más bien dicho, los asesinaron y los cadáveres -por órdenes presidenciales- fueron trasladados al Campo Militar Número Uno de la Secretaría de la Defensa Nacional. Aunque no se pudo probar, se rumoró que varios cadáveres fueron desaparecidos.

“Los Halcones, que era un grupo paramilitar ubicado presupuestalmente en la Dirección de Mercados del Departamento del Distrito Federal, pero operado por el Estado Mayor Presidencial que los utilizaba como cuerpo de seguridad del presidente cuando asistía a giras o eventos públicos, para proteger instalaciones estratégicas cuando era recomendable, o para inducir, encauzar o dispersar manifestaciones en contra del gobierno.

“El propósito de Echeverría era culpar a (Alfonso) Martínez Domínguez (en ese entonces jefe del Departamento del Distrito Federal) de esos acontecimientos, destituirlo y procesarlo. Esa actitud obedecía al resentimiento que Luis Echeverría tenía contra Don Alfonso por haber sido simpatizante del general Alfonso Corona del Rosal, cuando Echeverría alcanzó la nominación del PRI a la presidencia de la República”, son algunas de las afirmaciones que hace el exgobernador González Garrido sacadas de su memoria.

Sobre esos hechos, de los más sangrientos de la historia contemporánea de México, se han escrito varios libros y un número incontable de artículos en periódicos y revistas. Uno de los libros más recientes, “Libertad de manifestación: Conquista del movimiento del 10 de junio de 1971. Testimonio de un hecho histórico”, el escritor Joel Ortega, quien además encabezó la marcha del Jueves de Corpus, hace un recuento minucioso sobre cómo se organizó el movimiento estudiantil, quiénes formaron parte de él, cómo fue combatido, quiénes lo combatieron y por órdenes de quién.

Esa publicación es de 2013, y contiene mucho de lo que Patrocinio González reveló en esa entrevista y todavía más información de lo ocurrido ese día fatal. Incluso el cineasta Alfonso Cuarón hizo una recreación de El Halconazo en su película Roma.

Por eso es ridículo el entusiasmo con que el exmandatario quiso tener sus cinco minutos de fama contando una masacre orquestada por el Estado y que por muchos es conocida, con mayor detalle y desde hace mucho tiempo. Es como si Juan Sabines Guerrero publicara un libro tratando de convencernos de que su riqueza, sus residencias lujosas en Cancún, Acapulco y Miami son producto de su sueldo ganado honestamente como gobernador de Chiapas o que Yassir Vázquez Hernández se proclamara en un texto periodístico como el presidente municipal que convirtió a Tuxtla Gutiérrez en una ciudad moderna. Así de ridículas las intenciones de don Patrocinio.

Igualmente, ridículo, aunque mucho más dañino, fue la afirmación que le hizo a una periodista local en mayo del año pasado. Sin mostrar evidencias de su testimonio, dijo que el desaparecido político Manuel Camacho Solís estuvo detrás del levantamiento zapatista de 1994. “La realidad es que la guerrilla fue una reacción en contra del TLC (Tratado de Libre Comercio), fue un evento auspiciado por Manuel Camacho, los apoyó con uniformes, armamento y todo con la idea de poder propiciar su candidatura a la Presidencia de la República”, dijo.

¿Me está diciendo que Manuel Camacho metió las manos? -preguntó la periodista. “Definitivamente”, contestó Patrocinio.

Ambas declaraciones son francamente ominosas. No sabemos a ciencia cierta si lo que busca el exmandatario priista es un poco de atención, hacer polémica o simplemente hacer uso de su derecho de libertad de expresión. Pero no puede haber confianza en sus afirmaciones porque, en primer lugar, no muestra pruebas de lo que denuncia y, sobre todo, porque sale con esas fanfarronadas cuando Camacho Solís ya no está para defenderse y después de cuarenta y nueve años de haber ocurrido dicha matanza de estudiantes. ¿Por qué no culpó a Echeverría en su momento, cuando él fungía como secretario general de gobierno en el Distrito Federal?

¿Qué pretende Patrocino González? ¿Qué lo motiva a hacer tremendas declaraciones? ¿Protagonismo o cinismo? ¿Oportunismo o decrepitud?

CONSEJOS QUE DEBERÍA TOMAR

No vale detenerse en el contenido del texto. Lo que cuenta es que el exsecretario de gobernación de Carlos Salinas ejercite su derecho a expresarse sólo para lanzar acusaciones vagas, para insinuar que sus declaraciones son valiosas porque “ayudarán a forjar mejores gobiernos y más adecuadas tomas de decisiones (sic)”. Ahora resulta que quien todavía tiene cuentas con la historia y con la justicia se cree un líder moral, luz en la oscuridad gubernamental.

El secreto de una buena vejez no es otra cosa que un pacto honrado con la soledad, escribió García Márquez. Patrocinio bien haría en seguir el consejo del Nobel de literatura. O mejor aún, la invitación que el Diario de Chiapas le hizo en el editorial del 15 de junio para aclarar los sucesos de su gobierno. Por ejemplo, quién o quiénes fueron los asesinos de los periodistas Roberto Mancilla, Humberto Gallegos y Alfredo Córdova; quién o quiénes se quedaron con el video de la fiesta en la que sus funcionarios departieron con trasvestis y que eso originó la matanza de al menos 15 homosexuales; aclarar si fue su compadre Ignacio Flores Montiel, jefe de las policías del estado, el autor de las ejecuciones.

Un mal sabor de boca deja los saltos y actos de oportunismo de los políticos. Don Patrocino debería preguntarse cómo quiere ser recordado, ¿cómo el político que gobernó con mano dura o como el viejo ridículo de las historias de vaqueros? ¡Chao!

@_MarioCaballero