El Sopapo || Carlos Araiza
*** Cochis trompudos
Hace años que los partidos políticos en México dejaron de representar los intereses del pueblo.
La partidocracia corrupta y mafiosa está hundiendo al país. Las pandillas políticas amasan fortunas y hacen millonarios negocios cobijados con el manto del poder.
Mientras el pueblo bueno y feliz traga camote, los políticos a la mexicana viven en la opulencia.
En Chiapas opera una mafia política que no permite el avance democrático y la oxigenación partidista. Todo queda en familia. Las instituciones electorales están controladas para que nada altere la “normalidad democrática”.
Los mismos de siempre van saltando de partido en partido y otros, los “cochis” más trompudos, son dueños eternos de las franquicias políticas.
Las mismas caras se miran en elección tras elección. Los votantes son utilizados únicamente como escalera política y pretexto para mover las piezas del ajedrez que lleven al mismo lugar y objetivo: poder y riqueza para unos cuantos.
Los espacios políticos son repartidos entre los integrantes de la mafia política local.
La democracia a la chiapaneca
En el presente proceso electoral ya aparecieron los nombres de los candidatos a una diputación local por la vía plurinominal y, como siempre, las pandillas se sirvieron con la cucharada grande.
Los dirigentes de Fuerza por México, Janette Ovando Reazola; del PVEM, Valeria Santiago Barrientos; del PRI, Rubén Zuarth Esquinca; del PT, Abundio Peregrino; del MC, Manuel Sobrino; de Chiapas Unido, Conrado Cifuentes y de Redes sociales Progresistas, José Alfredo Ramírez Guzmán, ocupan los primeros lugares.
También aparecen la hija del líder del PRD, Blanca Araceli Vázquez Hernández y Citlaly Isabel de León Villard, hermana del dirigente del PES y de la senadora Sasil.
El resto de las dirigencias partidistas no se hicieron del rogar y colocaron a familiares cercanos.
La mafia sabe que la gente vende su voto por cualquier dádiva y mientras todo siga igual las ganonas serán las pandillas políticas, que cierran filas cuando alguien externo amenaza con quitarles el negocito o intenta meterse en el juego de la polaca caciquil.